Evidentemente, tradiciones navideñas las tienen todos los pueblos y ciudades del orbe cristiano, siendo una más en este sentido la cosmopolita Torremolinos, aun con su pluralidad de religiones. En Torremolinos las navidades se viven con singular ímpetu y júbilo. Infinidad de visitantes, sobre todo de los lugares norteños, gozan del privilegio de saborear aquí, muchos por vez primera, las delicias de unas cálidas fiestas navideñas. Tal vez echen de menos la nieve que en sus países conforman el tipismo de la Navidad, particularmente aquélla que vivieron de niños y cuya fotografía mental no puede borrar el tiempo ni puede el corazón detener el latido de la nostalgia. A excepción de la nieve y el frío, el visitante encuentra en Torremolinos el todo por el todo de la Navidad, como también de las demás celebraciones que se desarrollan durante el año. El corazón de las tradiciones festivas es una piña abierta en Torremolinos.
Ya desde el mismo primero de diciembre se enciende la Navidad en Torremolinos. Las calles lucen estrellitas de color y calor, que son esas relucientes bombillitas que, en filigranas, alegran el ambiente exterior. Lo alegran también con ocasión de las ferias de San Miguel, la Virgen del Carmen y San Juan. Igualmente preludian y presiden con su graciosa luminosidad las veladillas de los diferentes barrios. Durante las fiestas, que son oro en el corazón del pueblo, Torremolinos se hace pura algarabía de luz. Y esa algarabía llega al éxtasis durante las navidades.
Con las luces del primero de diciembre, amanece el Belén municipal, que es la maravilla enésima, concebida por obra y gracia de la Asociación de Belenistas de Torremolinos. Otros belenes se unen a coro por todo el municipio y pulsan a una las cuerdas de la gran guitarra de la Navidad. Genuina alma viviente que luce su excelsitud en el vestíbulo del Ayuntamiento, el Belén municipal se hace durante un largo mes foco de admiración de autóctonos y foráneos. No es una mera representación del arte belenístico, sino una verdadera exposición bíblica, al narrar con muda elocuencia y sorprendente realismo, de acuerdo con los evangelios, los hechos relacionados con el nacimiento del Niño Jesús. Con sus muchas figuras móviles, el singular atractivo del paisaje, que parece real, y los mil y un detalles originales que lo caracterizan, el Belén fascina de manera especial a los niños, que acuden presurosos a contemplarlo, y no tan solo una vez, a la par que sus angelicales voces se desbordan en gráciles cánticos, acompasados con panderetas y campanilleros almireces. Ni los propios ángeles pudieron haber sonado mejor cuando anunciaron la buena nueva en aquel Belén de antaño.
Con las glorias del Belén municipal se encienden las del gran árbol de Navidad que anualmente se levanta en la Plaza Costa del Sol. Cierto que no es propiamente un árbol, con su tronco y sus ramas; tan solo una evocación, como asimismo lo es el artístico belén. También son reminiscencias los árboles, las montañas y las figuras de barro que lo animan. En las remembranzas, más que el cuerpo o soporte físico que hoy es y mañana no, importa más el espíritu que le da forma y lo renueva.
Ya en la médula del mes, abre el Consistorio la despensa del corazón y reparte entre los pensionistas y desempleados del municipio miles de cajas repletas de exquisiteces que contribuyen a aumentar la alegría. Para no pocas personas es probablemente el único regalo que les permite saborear algo de la Navidad. Y probablemente sea esa deliciosa caja su compañera única en la soledad navideña. Pocos municipios habrá que tengan, como Torremolinos, detalle tan cargado de humanidad. Esta consideración hacia el necesitado hace que también en estas fechas, como lo hace el año entero dispensando comida a los pobres que acuden al Comedor Emaús de Torremolinos, tanto el Consistorio como el pueblo se vuelquen en dotar de las oportunas provisiones a muchas personas sin apenas medios para vivir. A tal fin colaboran también con asociaciones benéficas como el Club de Leones local. La generosidad de Torremolinos es por Navidad, y siempre, la gloriosa estrella que esplende en las alturas.