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CinemaScope

Finch, el otro último hombre vivo

Tom Hanks se basta para sostener esta historia post-apocalíptica que, por otro lado, está plagada de lugares y situaciones comunes

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Finch es uno de los pocos supervivientes que ha dejado una tormenta solar que ha acabado con la mayor parte de la vida en el planeta. Vive oculto y solo, acompañado por un perro, en el que parece su lugar de trabajo, donde debía ejercer de ingeniero y tiene a su alcance vehículos, equipos y artilugios para seguir adelante e, incluso, fabricar un par de robots más o menos rudimentarios que le dan compañía y ayudan en la búsqueda de alimentos por las pocas tiendas que no terminaron saqueadas. Sin embargo, ante la falta de víveres y la amenaza de una violenta tormenta decide emprender un viaje hacia el oeste para explorar nuevos territorios.      

Como se puede apreciar, no hay nada original en el punto de partida, y tampoco mucho más en el desarrollo de una película que acaba convertida en una road movie post apocalíptica plagada de lugares y situaciones más o menos comunes, que pretende dejar en un segundo plano a partir de un excelente diseño de producción. Es más, durante el metraje te asaltan continuas referencias a películas como El último hombre vivo -y su posterior remake, Soy leyenda-, La carretera, Cielo de medianoche, e incluso Wall-E.

Y sin embargo hay dos aspectos esenciales que contribuyen a apreciar el filme en su conjunto. De un lado, la habilidad del guion a la hora de ir dosificando detalles acerca de la vida y de la situación del protagonista para que cada espectador vaya construyendo poco a poco su drama personal, la situación que le ha llevado hasta allí. También su afán por enternecer la desesperanzada historia con el relato de iniciación personal y afectiva en torno al robot coprotagonista.

Pero, sobre todo, a partir del extraordinario trabajo de un actor descomunal que se basta por sí solo para sostener el filme y obligarnos a acompañarle en un viaje testamentario y sufrido hacia la nada. Y ese actor, Tom Hanks, no hace sino atestiguar una vez más que se encuentra en estado de gracia desde hace ya casi dos décadas, que es capaz de dotar de personalidad propia a cada uno de los personajes que interpreta, que es capaz de transmitir todo tipo de emociones sin caer en el tremendismo o la exageración, haciéndonos sentir su dolor, su compromiso, su alegría, su vitalidad o su odio, en función de cada historia, secuencia y momento. Es un placer acompañarle en este nuevo viaje, aunque el paisaje resulte tan visto.

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