Cada vez se leen más crónicas, llenas de espanto, de nuestros corresponsales en los Estados Unidos alertando de los libros y de revista de prensa que habla de la posibilidad de una nueva guerra civil en los Estados Unidos, cuando no de un golpe de Estado. Motivos no faltan. El asalto al Capitolio -con banderas de la Confederación sudista incluidas- fue algo insólito. Que el presidente saliente - y más que probable candidato del antes respetado viejo Partido Republicano- sea el que lo alentara es otra clara señal de alarma.
Hasta los peregrinos del barco Mayflower, cuando iban llegando a las costas de los actuales Estados Unidos en 1620, huyendo de la persecución religiosa en Inglaterra, firmaron un pacto para darse un gobierno y unas constituciones bajo la soberanía del “defensor de la fe”, el rey Jaime, para evitar cualquier tipo de anarquía y no ser atacados por las autoridades británicas del territorio. Un temprano -el primero- texto gubernativo escrito en lo que serían los Estados Unidos. Después, un siglo más tarde, vendría la declaración de independencia de las 13 colonias en 1776. Se declararon estados libres e independientes, disolviendo sus lazos con Gran Bretaña. Se hizo un 4 de julio y es fiesta federal desde 1941.
En España, la prosa de Felipe González expresó así la fiesta nacional en la ley de 1987: “La fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”. Antes se celebraba como fiesta de la Hispanidad o de la Raza. Ahora la polémica indigenista la acompaña en numerosos países americanos y aquí los independentistas le tienen puesta la proa, aunque insistiendo en que Colón era catalán.
Cada país tiene sus tragedias. Los Estados Unidos tienen un partido -el republicano- que está cambiando las leyes estatales para alterar los censos electorales y dificultar votar a las minorías. En España, otro partido -el popular- se niega a cumplir la Constitución e impide -ya durante tres años- renovar el órgano de gobierno de los jueces para que perseguir sus tropelías se convierta en misión imposible.
