El acoso escolar no es cosa de niños. Es real, existe y representa el robo de la infancia de aquel que lo sufre. No desaparece porque sea un episodio pasajero al que no se le deba prestar atención. Capaz de prolongar en el tiempo y mantenerse ante la pasividad de los entornos de la víctima y el agresor. El acoso escolar puede ser físico, verbal, social, por exclusión, sexual, amenazas y coacciones. Su entorno, ya no tiene porque ser la escuela. Ahora también se da a través en las redes sociales. Desgraciadamente el acoso escolar continúa siendo una realidad para muchos niños y adolescentes. Según el informe 'Percepción sobre el bullying en la sociedad española', alrededor de uno de cada cuatro alumnos ha sufrido bullying en el colegio, nueve de cada diez casos siguen impunes. Y lo que es más alarmante, ocho de cada 10 adolescentes han presenciado en algún momento un episodio de acoso escolar a un compañero y han permanecido en silencio. ¿Miedo a las repercusiones o tal vez sigue siendo más fácil mirar hacia otro lado? “¡Cuatro ojos!”, “¡No vales para nada!”, “¡Foca!”, ”¡Gordo!”, “¿Te crees muy lista?, “¡Enano!”, “¡Cállate la boca!”, “Tú no juegas con nosotras”!, son algunas de las lindezas que gritan los acosadores a las víctimas del acoso escolar. Unos insultos, motes o burlas que en el peor de los casos no acaba ahí, y que incluso llegan a la agresión física. Hoy ahondamos en el tema, a través de varios testimonios de víctimas y delimitamos la delgada línea que existe entre bromear y acosar con la psicóloga Isabella Magdala.
¿Cómo debe tratarse el tema en el entorno familiar?
-Con estrategias que permitan afrontar la situación sin perpetuarla ni llevarla a un extremo agresivo. Si el entorno familiar no está siendo guiado por un profesional es importante que se lo plantee pues, aunque nos pueda parecer algo que no se sabe cómo abordar, las conductas de los agresores y de las víctimas suelen tener muchos puntos en común y los profesionales ponemos dar pautas a seguir. En lugar de pensar que es algo sin salida, se ha de pensar que es algo puntual y centrarse en encontrar recursos para la solución. No se va a resolver con más violencia pero tampoco se puede mirar hacia otro lado minimizando la situación. El entorno familiar ha de pensar por encima de todo en la persona afectada, en cómo se sentirían en esa situación y en qué recursos pueden poner en juego para poner fin a esa situación. Para quien lo padece es muy importante sentir apoyo de su entorno al mismo tiempo que les gustaría sentir que no está sucediendo nada (aunque sí está sucediendo) y, en su justa medida su protección, sin que llegue a ser ni indiferencia ni tampoco sobreprotección.
¿Y con la persona? ¿Cómo detectarlo? ¿Signos evidentes?
-En ocasiones la vitalidad de quien lo sufre se va mermando hasta terminar con una autoestima baja. Pueden aparecer excusas para no ir a clase pero realmente aparecen para camuflar el miedo que tiene a enfrentarse un día más a la misma situación. Hay conductas autodestructivas cuando ya se comienza a creer que es culpable de lo que le está sucediendo. Cambios de humor, depresión, ansiedad, adicciones, enfermedades psicosomáticas, relacionadas con la alimentación, hábitos distintos a los que tenía anteriormente relacionados con la socialización.
¿Cómo actuar si estamos viendo que alguien lo está sufriendo?
-Necesita un espacio de confianza en el que poder desahogarse. Habitualmente ese espacio no suele ser la familia porque les da vergüenza. Así que lo ideal en su entorno es tener la máxima confianza posible y sin juicios. De esta manera podrá confiar y contar lo que le está sucediendo. No suele ser fácil detectarlo al inicio porque prefieren pensar que no les está sucediendo o que acabará pronto. Pero en cuánto el agresor va ganando fuerza, se va perpetuando y ahí quien lo padece se va viendo cada vez más metido en un callejón sin salida. Habitualmente suelen contarlo cuando ya no pueden más porque la situación ha estallado de alguna manera. Es necesario pedir ayuda pero permitir que el adolescente sea quién decide qué tipo de ayuda necesita salvo que se niegue ( ahí habría que actuar por él/ella).
¿Cómo prevenirlo? ¿Cómo evitar que la víctima se convierta en posible acosador? Tras la pandemia, los casos de acoso han aumentado, ¿ por qué?
-La pandemia, en general, ha generado que nos enfrentásemos a aspectos de nosotros mismos que no podíamos ni imaginar. En ese espacio de incertidumbre y silencio, los mecanismos de defensa y puntos débiles emocionales se pusieron en un primer plano. Ha habido un aumento de estrés, ansiedad, crisis de pánico, suicidios... Los acosadores suelen acosar como conductas aprendidas y una reacción a aspectos de sí mismos que no soportan. Descargan fuera lo que tienen dentro. A su vez, las personas con debilidad emocional ante los ataques han aumentado esa parálisis de respuesta. Eso ha generado que los casos hayan aumentado.
¿Cuál suele ser el perfil del acosador? ¿Y los motivos?
-Habitualmente vienen de familias desestructuradas. Pueden ser de distintos niveles socio-económicos, es decir, puede ser una familia muy adinerada pero con desestructuración emocional grande. O pueden no tener recursos ni buena relación con sus referentes familiares. Pueden ser agredidos en casa o presenciar agresión hacia algún otro familiar. El perfil es variopinto pero dentro de ellos hay conductas mal aprendidas donde les han hecho sentir menos, no importantes o invisibles. Han relacionado acosar con el poder. El acosador suele tener una necesidad de reconocimiento, protagonismo, sentirse superior, desfogar su rabia interna, llevar la voz cantante... Suelen buscar a buenas personas, con poca capacidad de reacción o que perciban de algún modo más débiles que a ellos.
Las tecnologías se han convertido en un arma para los acosadores. ¿Cómo combatirlo?
-Porque quien tiene esa necesidad de agredir lo puede hacer de forma directa y en cualquier momento. Porque hay una gran cantidad de violencia en las series de televisión, videojuegos, redes a las que tienen acceso y acaban normalizando lo que no lo es. Para combatirlo hay que tomar acción y poner límites lo antes posible. Lo más importante es que no se guarde silencio pues antes se encontrará el modo de parar la situación.
¿Cómo actuar si se sufre bullying?
- Pide ayuda. No te calles ni te sientas culpable. Toma acción. Cada día en silencio es un triunfo para el acosador. Sé valiente y no permitas que tus cualidades se vean mermadas por la influencia de alguien externo. Acude a un especialista y no minimices la situación.
Algunos testimonios
“Empecé a sufrir acoso desde los ocho años. El problema se prolongó hasta el instituto. Lo recuerdo con mucha tristeza e impotencia, mis agresores decidían si podía estar, hablar e incluso jugar. Era una niña muy introvertida e insegura. Intenté pedir ayuda en el instituto pero fue peor, mi madre fue a hablar con un profesor y quedé en evidencia delante de toda la clase. Recuerdo que cuando se lo conté por primera vez, me preguntaba si les había hecho algo e insistía en que me hiciera amiga de ellas. Durante esos años, hubo mucha gente que no hizo nada al respecto (alguno de ellos eran profesores). Si me tuviera que poner delante de ellas a día de hoy no sería capaz. Fue una etapa que me marcó. Por culpa de eso me cuesta abrirme a la gente y ser cariñosa. Algo que me ayudó a superarlo fue ver que de todo se aprende. Si alguien lo sufre, le recomendaría que no se calle, que le cuente. Es un problema muy difícil de atajar y con esta era de móvil más aún…”
“Recuerdo aquellos años con mucha angustia y miedo. Se metían conmigo físicamente y verbalmente. Me hacían el vacío en clase y también en los recreos,se burlaban de mis cualidades o dones en las asignaturas donde tenía muy buenas notas y me hacían sentir mal cuando mis profesores contaban conmigo para ayudar en otras tareas. Llegué incluso a pensar en suicidarme muchas veces. Fue muy duro levantarme todos los días y exponerme a esas situaciones tan difíciles. Empezó con tan solo 6 años y se prolongó hasta los 17 años. Nunca le comenté nada a nadie, hasta mi edad adulta, en consulta con mi psicóloga. Ahí me di cuenta de que lo que me había sucedido no era normal, le puse nombre bullying. Me echaba constantemente la culpa de todo. Empecé a poner excusas para no ir a clase y a bajar mi rendimiento escolar. Así al menos me dejaban tranquila.Ahora no me gustan los conflitos. Creo que la única forma de superarlo es con apoyo, con tranquilidad desde el amor y el respeto. Sería bonito recibir más charlas al respecto y compartir testimonios de personas que lo han vivido para identificarlo”
“Empezó muy pronto, a partir de segundo de primaria aproximadamente. Era sobretodo verbal y muy psicológico, por ejemplo, en las actividades de clase poco a poco me daban de lado, en el patio me dejaban sola, cerraban las puertas de los baños y al profesorado le decían que yo iba a tardar más. Utilizaban mi discapacidad física. Más tarde también sufrí humillaciones por parte de adultos. Recuerdo los momentos con cierto dolor pero sin rencores hacia nadie ni nada, puesto que todas las experiencias que he vivido me han hecho ser más fuerte como persona. He aprendido a golpe lo que nunca quiero ser. Seguía con mi vida como si nada. Sin dudas, fue una etapa comuy dura y complicada, pero aún así , conseguí salir y me quedo con eso. Tenía 7 años cuando empezó y 18 cuando terminó del todo. Todo ese tiempo permanecí en silencio. Lo que me ayudó a superarlo fue sentirme querida y aceptada en un entorno diferente al familiar, sentí que era parte de la sociedad. No tengo claro a quién se lo conté por primera vez, creo que a fue una amiga. Lo que sí recuerdo es contarlo con muchísimo miedo. Mi percepción fue que todos eran cómplices entre sí. Por supuesto que cambio mi personalidad muchísimo, a día de hoy, me sigue costando muchísimo confiar en alguien y abrirme”