Notas de un lector

El imperio de la conciencia

Son ya más de una decena de poemarios los que avalan la trayectoria lírica de Carlos Doñamayor

Publicado: 21/11/2022 ·
11:42
· Actualizado: 21/11/2022 · 11:42
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Un complejo cúmulo de impulsos, instintos, pasiones, fijados, en cierta manera, de forma inexplicable, determinan en muy distintos casos la naturaleza humana del comportamiento. Ese todo intrincado muy cerca del alma, supone, al cabo, un reto para la propia razón y para todo cuanto se aparece muy cerca de la cotidiana incertidumbre, del enigmático acontecer.

Tal vez, de entre aquello que el entendimiento alcanzaría alguna vez a palpar, pudiéramos espigar la soledad, esa misma abstracción que Schopenhauer definiera como “…la suerte de todos los espíritus excelentes” o que Bécquer delimitara como “el imperio de la conciencia”.

Tras la lectura de “Soledad sin cielo” (Editorial Manuscritos. Madrid, 2022) de Carlos Doñamayor, he encontrado más sentido a tales citas, y he entendido todavía mejor porque García Lorca la denominase “la gran talladora del espíritu”.

Son ya más de una decena de poemarios los que avalan la trayectoria lírica de Carlos Doñamayor y, en esta ocasión, la dicotomía de su diálogo con el lector y con su yo, se sustenta entre la capacidad de aceptar el destino serenamente yentre buscar un punto de partida que elimine toda idea o creencia que no aparezca dotada de una certeza absoluta.

En el prefacio que firma el propio autor, confiesa que en estas páginas ha pretendido recoger un breve muestrario de variadas soledades que le han llevado a reflexionar, inevitablemente, sobre el tiempo, el amor y la muerte. Un tríptico míticodesde donde el ser humano mantiene ese insuperable conflicto con la riqueza y el dinamismo de la vida y, a su vez,con el inmovilismo y el esquematismo de su intelecto.

Al hilo de sus versos, clarividentes en su mensaje, sugestivos en su luminosidad, Carlos Doñamayor redobla su intención y anuda la desnudez de su costumbre a un discurso emotivo, doliente en su condición terrenal: “Basta con apagar la luz/ y el engaño vuelve desde la nada./ La soledad desordena/ los deseos ocultos, que no envejecen (…) Basta con encender la luz/ para sentir el dolor de estar/ por tener vida”.

Dividido en seis apartados, “Recordar es elegir” “Como un oasis”, “Hora sin cielo”, “Hora atónita” “Provocación de sombras” y “Aridez de lo inútil” -además de un exordio y un epílogo-, el volumen va creciendo en honesta intensidad en tanto el sujeto lírico se afana en no hallar ningún atajo para derramar su sed expresiva: “Extraviado en un latir sombrío/ el tiempo me convoca con cercanía/ al fondo inadvertido de lo oculto./ Me rodea un tenebroso clamor de nada/ que me invade e inmoviliza/ como una eternidad inexorable”.

Frente al bordón de lo vívido, el poeta manifiesta un solidario intimismo, una realidad temblorosa, unánime en su nostalgia, desde las que renacer y acogerse al abrazo de cuanto la vida aún ofrezca. Y, precisamente, al par de esa atmósfera, su decir se hace himno de esperanza, de indulgencia, de identidad y de nostalgia, en una suerte de conjunto lírico indómito y poderoso: “La oscuridad abierta de la noche/ es soledad/ y es miedo/ a la lascivia de dolerse/ en uno mismo”.

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