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España

¿Nos preocupamos o nos ocupamos?

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Parece ser que Ortega y Gasset, refiriéndose a los argentinos de la década de los treinta, decía que “mientras a la mitad nos preocupaban las cosas, no nos ocupábamos de ellas, y que la otra mitad se ocupaba de las cosas, pero no se preocupaba”. Parece un trabalenguas, pero veamos qué cosas han preocupado a la prensa y a la clase política española en las últimas semanas.

Los papeles de Guantánamo. Resulta que ha aparecido un papel que demuestra algo que todos intuíamos, que el gobierno Aznar conocía los vuelos con prisioneros en camino a la base norteamericana en Cuba. No soy capaz de calibrar la importancia que este tema tiene hoy.

La foto del G-20. Otra que tal. Corrió la tinta a lo largo del solar patrio sobre si habíamos salido del rincón de la Historia asistiendo a la fallida reunión del G-20, o habíamos salido asistiendo a la fallida reunión de las Azores. ¡Qué esfuerzo! ¡Qué denuedo! Se me venía a la cabeza el conde-duque de Olivares, su defensa de la reputación y su titánica lucha para mantener en pie un arruinado imperio español. Y aquí uno tampoco tiene opinión, ni ganas de pensar sobre ello. No soy capaz de ver la importancia de asistir a la reunión de Nueva York cuando los tipos de interés se determinan en Frankford. Y lo de las Azores, ¿qué les voy a contar a estas alturas de la película?
La monja Maravillas. La historia se refiere a una monja muerta hace pocos años y canonizada. Se quiso poner una placa en la casa donde nació que, actualmente, forma parte del complejo del Congreso de los Diputados y se aprobó por la Diputación Permanente. Parece que a un grupo de diputados le pareció un exceso y hubo gran polémica, tan grande, que se llegó al extremo, sin precedentes en la historia, de repetir la votación y anular lo de la plaquita. Me temo que no tengo opinión sobre el asunto, ni ganas de pensar sobre ello.

La memoria histórica (¿o es Memoria Histórica?). Menuda se ha armado con las decisiones, autos y providencias del juez Garzón sobre los asesinatos de antes, durante y después de la última guerra civil. ¡Cuántas primeras páginas! ¡Cuánto titular a tantas columnas! Tampoco tengo muchas ganas de tener una opinión sobre este asunto. Ni en la familia de mi madre, ni en la de mi padre hubo muertos; así que no tengo implicación emocional. Y como aficionado a la historia, sé que nunca está de más recordar y que está demostrado que aquello, como toda guerra civil, fue una estúpida salvajada de la que tenemos que avergonzarnos todos. Pues en ambos bandos se mató con crueldad y rencor; los que ganaron, como ganaron, mataron más; ya lo decía Tito Livio hace dos mil años: Vae victis!

Uno aquí mencionaría la crisis del Real Madrid, sobre la que sí que tengo opinión. Pero mejor lo dejo para otro año.

¡Ah! ¡Se me olvidaba! Casi tenemos tres millones de parados. Y la producción de la industria española cae un 12,8% en un año. ¿Cómo? Que tenemos tres millones de parados y que la producción de la industria española ha caído un 12,8% en un año. Pero, ¿hace falta que lo repita?: tres millones de parados y que la producción de la industria española ha caído un 12,8% en un año.

Me da la pesimista impresión de que hasta que no lleguemos a los cuatro millones de parados –para el final del año que viene, no lo duden– no se van a poner a pensar en serio y en profundidad sobre las cosas. Ayer fue el día de la Constitución; y lo que hay que hacer es cambiar un sistema electoral que nos ha proporcionado esta clase política tan apoltronada y asentada ella.

Y mientras tanto, recordemos el consejo que dio Ortega y Gasset a los argentinos de hace setenta años: “yo no importo; …importan sólo las cosas de que vamos a hablar y sugiero que tengo una gran fe en mi prédica –paladina o solapada, pero constante, ante los argentinos–, mi prédica que les grita: ¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos…”.
Ya saben: ¡a las cosas, a las cosas!

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