Alejandro Ramírez | Ha nacido la primera Inteligencia Artificial con sentido del humor: su nombre es Erica, fue programada por la Universidad de Kioto y, además de saber reír, sabe cuándo es el momento adecuado para hacerlo. Otro paso hacia la creación de interacciones más naturales entre humanos y robots.
El equipo de investigación, formado por Koji Inoue, Divesh Lala y Tatsuya Kawahara, ha diseñado tres subsistemas para ayudar a la androide Erica a acertar en diferentes situaciones: uno para detectar la risa, otro para decidir si reír y un último para elegir el tipo más adecuado de risa, ya sea una risita o una gran sonrisa.
Su habilidad ha sido puesta a prueba con horas y horas de conversaciones con seres humanos, para juntar los diferentes tipos de humor y crear el suyo propio, aderezado con la dosis justa de cortesía y sarcasmo.
Los griegos atribuían la fuente del humor a sentirse superiores a expensas de los demás. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, creía que la risa era una forma de liberar la energía reprimida. Por lo tanto, no existe un sentido del humor universal: nadie puede ponerse de acuerdo sobre lo que hace reír a los demás, y diseñar un sistema de inteligencia artificial capaz de reír ha sido un gran desafío.
Para ello, los científicos japoneses tuvieron que utilizar un enfoque innovador, que se describe en la revista científica Frontiers in Robotics. “No es que los robots no fueran ya capaces de detectar la risa o la risa tonta, el desafío era dotarlos de su propio sentido del humor humano, con sus múltiples matices”, explica el autor principal del estudio, Koji Inoue.
“Creemos que una de las cualidades más importantes para una Inteligencia Artificial comunicativa es la empatía. Una conversación es, por supuesto, multimodal y no debe limitarse a responder preguntas correctamente. Por eso creíamos que interpretar la risa era fundamental para empatizar con el interlocutor”.
El audio de más de 80 sesiones de «citas rápidas», donde grupos de personas se mezclan o interactúan uno a uno durante un corto período de tiempo, se utilizaron para educar a Erica, así como conversaciones informales, en pareja o en grupos de hasta 130 personas.
En este caso, el maratón de emparejamiento involucró a estudiantes de la Universidad de Kyoto y a algunos actores, por lo que la IA pudo sacar incluso risas vergonzosas, falsas y sarcásticas, así como circunstanciales. “El mayor desafío fue identificar casos reales de risas grupales, lo cual no es fácil, porque la mayoría de las risas en realidad no se comparten en absoluto – continúa Inoue -. Tuvimos que categorizar cuidadosamente qué risa podíamos usar para nuestro análisis y no simplemente asumir que cualquier risa podía ser respondida”.
El resultado es un androide que no solo se ríe de los clichés sino que también interpreta y comprende el tono de voz y las situaciones. “Creemos que este tipo de sistema combinado es necesario para una interacción adecuada, no solo para detectar la risa y responder a ella sin ningún motivo”. Pero el camino aún es largo: “Podrían pasar más de 10 o 20 años antes de que finalmente podamos chatear con una IA como lo haríamos con un amigo nuestro en persona”, concluye Inoue.