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Los magos sólo pueden engañar con trucos de prestidigitación a los monos con pulgares oponibles como los humanos

EUROPA PRESS | Al realizar un famoso truco de magia con tres especies de monos con estructuras de manos diferentes, los científicos han descubierto que, para engañar, un prestidigitador necesita una anatomía similar a la de su público, según publican en la revista ‘Current Biology’. Psicólogos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) utilizaron un […]

EUROPA PRESS | Al realizar un famoso truco de magia con tres especies de monos con estructuras de manos diferentes, los científicos han descubierto que, para engañar, un prestidigitador necesita una anatomía similar a la de su público, según publican en la revista ‘Current Biology’.

Psicólogos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) utilizaron un truco de prestidigitación llamado la gota francesa, en el que un objeto parece desvanecerse cuando el espectador supone que se lo quita de una mano el pulgar oculto de la otra.

El estudio, llevado a cabo en el Laboratorio de Cognición Comparativa de la Universidad de Cambridge, descubrió que los monos que carecían de pulgares oponibles no caían en la suposición, ya que se mantenían al tanto del paradero de las sabrosas golosinas que un mago intentaba hacer desaparecer.

La investigación sugiere que compartir una capacidad biomecánica puede ser necesario para anticipar con precisión los movimientos de esas mismas extremidades en otros individuos. Esto es cierto incluso cuando esas predicciones aparentemente exactas acaban en desconcierto a manos de un ilusionista.

«Los magos utilizan técnicas intrincadas para engañar al observador y hacerle experimentar lo imposible. Es una forma estupenda de estudiar los puntos ciegos de la atención y la percepción –explica el doctor Elías García-Pelegrín, que practica la magia desde hace una década y realizó el trabajo experimental durante su doctorado en Cambridge–.
Investigando cómo experimentan la magia las especies de primates, podemos entender mejor las raíces evolutivas de las deficiencias cognitivas que nos dejan expuestos a la astucia de los magos».

«En este caso, si tener la capacidad manual de producir una acción, como sujetar un objeto entre el dedo y el pulgar, es necesario para predecir los efectos de esa acción en los demás», añade García-Pelegrín, nombrado recientemente profesor adjunto de la Universidad Nacional de Singapur.

La gota francesa suele ser el primer truco que cualquier mago en ciernes se propone dominar. Se muestra una moneda en una mano. La otra mano la coge. La palma de la segunda mano mira hacia dentro, con el pulgar del mago oculto tras los dedos.

El público sabe que el pulgar está listo para agarrar, por lo que supone que ha cogido la moneda cuando deja de estar visible. Su atención sigue la segunda mano, sólo para encontrarla vacía en «la revelación». El mago ha dejado caer secretamente la moneda en la palma de la mano original.

Para los monos, los bocados de comida sustituían a las monedas y se daban como recompensa, pero sólo si los animales adivinaban la mano correcta. Los científicos predijeron que los monos con pulgares oponibles actuarían como el público humano: supondrían que el pulgar oculto había cogido el objeto y elegirían la mano equivocada.

Realizaron repetidamente el truco a 24 monos. Deslumbraron a ocho capuchinos con cacahuetes, a ocho monos ardilla con gusanos de la harina secos y a ocho titíes con malvaviscos.

Los capuchinos son famosos por su destreza y utilizan herramientas de piedra para romper nueces en la naturaleza. Pueden mover cada dedo y tienen pulgares oponibles que permiten un «agarre de precisión» entre el pulgar y el índice.

Los capuchinos fueron engañados regularmente por la gota francesa (81% de las veces). La mayoría de las veces elegían la segunda mano vacía y, como resultado, experimentaban una escasez de cacahuetes.

Los monos ardilla son mucho menos diestros que los capuchinos, con una rotación limitada del pulgar, pero pueden oponer sus pulgares. Por tanto, aún están familiarizados con un pulgar oculto que interactúa con los dedos. Sin embargo, no pueden realizar un «agarre de precisión» del mismo modo que los capuchinos y los humanos.

Sin embargo, los monos ardilla fueron engañados rutinariamente por gusanos de la harina que aparentemente desaparecían (engañados el 93% de las veces). «Los monos ardilla no pueden agarrar con precisión, pero aun así fueron engañados. Esto sugiere que un mono no tiene por qué ser experto en un movimiento para poder predecirlo, basta con que sea capaz de hacerlo a grandes rasgos», afirma García-Pelegrín.

Los titíes no tienen pulgares oponibles, sino que sus pulgares se alinean con los dedos para formar cinco dedos equidistantes, ideales para trepar por gruesos troncos de árboles. Los titíes rara vez eran atrapados por arte de magia (sólo el 6% de las veces). Simplemente elegían la mano en la que se había colocado el malvavisco y se quedaban con ella.

Trabajos anteriores del equipo de Cambridge demuestran que las especies sin manos, en este caso las aves de la familia de los córvidos, es decir, los arrendajos euroasiáticos, toman decisiones similares a las de los titíes cuando se enfrentan a la gota francesa.

El equipo también intentó anular los trucos completando realmente las transferencias cuerpo a cuerpo, en lugar de equivocarse con una caída a la francesa. Esta vez, los capuchinos y los monos ardilla se anticiparon correctamente y cenaron fuera, y los titíes fallaron.

Los científicos también idearon su propia versión de la caída francesa, a la que llamaron ‘Power drop’. Utiliza una acción de la mano que todas las especies de monos pueden realizar, básicamente un agarre completo con el puño. El «power drop» engañó a todas las especies de monos la gran mayoría de las veces.

«Cada vez hay más pruebas de que las mismas partes del sistema nervioso que utilizamos cuando realizamos una acción también se activan cuando vemos cómo la realizan otras personas –afirma Nicola Clayton FRS, autora principal del estudio del Departamento de Psicología de Cambridge–. Este reflejo en nuestro sistema motor neural podría explicar por qué la gota francesa funcionó para los capuchinos y los monos ardilla, pero no para los titíes».

«Se trata de la encarnación del conocimiento –añade–. La forma en que se mueven los dedos y los pulgares contribuye a modelar nuestra forma de pensar y las suposiciones que hacemos sobre el mundo, así como lo que otros pueden ver, recordar y anticipar en función de sus expectativas».

«Nuestro trabajo plantea la intrigante posibilidad de que la capacidad física inherente a un individuo influya en gran medida en su percepción, su recuerdo de lo que cree haber visto y su capacidad para predecir los movimientos manuales de quienes le rodean», concluye.

Otro coautor del estudio, Clive Wilkins, artista residente en el Departamento de Psicología de Cambridge, es mago profesional y miembro del Magic Circle.

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