EFE | Desde que los astronautas de la NASA y la ESA comenzaron a entrenarse en sus campos de escoria volcánica, en 2017, lo del «paisaje lunar» de Lanzarote dejó de ser un lugar común para convertirse en toda una promesa científica, pero ¿se parece tanto esta isla de Canarias a la Luna? Tanto, que sus rocas son idénticas a las que recogió el Apolo 14.
Y el descubrimiento tiene su importancia porque, tarde o temprano, el hombre establecerá una base en la Luna y, para ello, antes deberá saber qué puede hacer con los materiales que cubren su superficie: ¿sirven para construir un refugio o una carretera?, ¿se puede sembrar en esos suelos?, ¿es posible extraer de ellos oxígeno y agua para los astronautas?, ¿contienen combustible apto para sus naves (helio)?, ¿pueden proporcionar materiales como hierro, titanio o cromo?
En realidad, el hombre ya tiene a su disposición rocas traídas directamente desde la Luna, gracias, sobre todo, al programa Apolo de la NASA de los años setenta, pero son tan escasas y valiosas que resulta inconcebible experimentar con ellas a gran escala.
Por eso, grupos científicos de todo el mundo buscan por el planeta lugares que no solo se parezcan a la Luna o a Marte (el segundo objetivo de la nueva era de la carrera espacial), sino que además posean suelos con sus mismas propiedades físico-químicas.
Equipos de Estados Unidos, Japón y China han publicado en los últimos años varios de esos «análogos», pero en algunos casos proceden de lugares con recursos «lunares» muy escasos y, en otros, sus rocas solo se parecen a las del satélite terrestre, pero tienen poco que ver en términos químicos y petrológicos. No sirven.
En el último número de «Scientific reports», revista del grupo «Nature», cuatro investigadores del Instituto de Geociencias del CSIC (IGEO), la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) publican un nuevo análogo de la Luna que hubiera dejado boquiabiertos a Alan Shepard y Edgar Mitchell porque sus rocas son idénticas al regolito que ellos pisaron, la característica «alfombra» mineral de la superficie lunar.
El 5 de febrero de 1971, Sephard y Mitchell alunizaron en las tierras altas de Fra Mauro, el lugar donde debía haberse posado diez meses antes el módulo lunar de la fallida misión Apolo 13. Estuvieron 33 horas y media en la Luna, nueve de ellas en «paseos» sobre la superficie, y se trajeron de regreso a la Tierra 33,5 kilos de rocas.
Fernando Alberquilla (IGEO-UCM), Jesús Martínez Frías (IGEO-Involcan), Valentín García Baonza (IGEO-UCM) y Rosario Lunar (IGEO) han comparado las propiedades físico-químicas, mineralógicas y morfológicas conocidas de esas rocas de Fra Mauro con las muestras de basaltos que ellos han recolectado en las Peñas de Tao, en Lanzarote.
Y su conclusión es que son prácticamente idénticas, o dicho en palabras técnicas: se aprecia «una fuerte correlación (entre las Peñas de Tao y Fra Mauro), no solo en términos mineralógicos y géoquímicos, sino también en sus propiedades físicas».
Lo cual, añaden, abre un nuevo campo de investigación en el que cabrán, por ejemplo, pruebas para extraer oxígeno de los óxidos de basalto, ensayos sobre el potencial de esos suelos volcánicos de las Peñas de Tao como material de construcción o experimentos con ellos dirigidos a saber cómo se podrá sembrar y cultivar en la Luna.