El futuro, sin embargo, ha llegado antes de lo esperado, pues «ese extraño artefacto» ha sido encontrado esta semana a casi 4.000 kilómetros por dos jóvenes surfistas, Conor McClory y Sophie Curran, mientras caminaban por la costa del remoto condado de Donegal, al noroeste de la isla de Irlanda, según explican ellos mismos.
«Estábamos andando por la playa de Gweedore, mirando el estado de las olas, y vimos que la marea había dejado al descubierto un cilindro metálico, brillante, bien fabricado, con tornillos en el exterior», relata Conor, quien confiesa que, en un primer momento, creyeron que podía tratarse de una bomba.
Mandaron una fotografía a un amigo y les dijo que la traducción completa era «cápsula del tiempo 2018», así que se la llevaron a casa para abrirla y descubrir su contenido, que incluía «instantáneas del viaje, poemas, 15 cartas, instrumentos de barco, itinerarios, un menú, posavasos y hasta corchos de botellas de vino».
Una de las misivas, escrita en inglés por la familia Savelyew, dice: «Todo lo que nos rodea está cubierto de hielo. Creemos que para cuando alguien encuentre esta carta no habrá más hielo en el Ártico».
El descubrimiento tan prematuro de la cápsula -lamenta McClory- es como «una advertencia» sobre la crisis climática que afecta a la Tierra y resulta «aterrador que el hielo esté derritiéndose tan rápidamente».
Asimismo, encontraron en su interior información sobre otros pasajeros del barco y, en particular, de una bloguera de Instagram rusa de San Petersburgo, Sveta, con quien se pusieron en contacto desde el presente, en vez del futuro, «como seguramente hubiese preferido», bromea Curran.
Añade que la reacción de la activista al recibir la noticia fue de «absoluto shock», pues «nos aseguró que calculaban que la cápsula permanecería bajo el hielo durante unos 30 o 50 años».
UNA LLAMADA AL FUTURO DESDE EL PRESENTE
«Cogí el teléfono y escuché: ‘tenemos tu cápsula del tiempo, la hemos encontrado en Irlanda’. No me lo podía creer, estuve a punto de llorar. No me podía creer que hubiese atravesado toneladas de hielo para recorrer más de 4.000 kilómetros», cuenta Sveta a EFE.
Dos años antes, el 5 de agosto de 2018, ella y otras 124 personas del grupo «Poseidon Expeditions» habían alcanzado su destino a bordo del «50 Años de la Victoria», un navío rompehielos nuclear que desde 1989 lleva turistas y activistas al Polo Norte y cuyo pasaje más barato viene a costar unos 30.000 dólares (25.416 euros).
Sveta también dejó en el cilindro una carta dirigida a ella misma, con una nota a pie de página a modo de reflexión: «Cualquiera puede estar en lo más alto, incluso en lo más alto del mundo», en referencia al Polo Norte.
De momento, Conor, Sophie y Sveta están lidiando con la enorme repercusión que está teniendo su hallazgo, que esperan que sirva para dar impulso a la lucha contra el cambio climático.
UN IMPULSO CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
«Estamos en proceso de acabar con todas las traducciones, completar la historia y quizá, después, podríamos exponerlo todo en un museo de la zona», plantea McClory, quien ha incorporado a la causa al experto en ruso Simon Donohoe y a toda su clase de la Universidad de Chicago (EE.UU.).
«O quizá en un pub local», aporta Curran, con una idea que no es descabellada en el país del famoso explorador antártico y tabernero Tom Crenan (1877-1938), cuyo bar-museo «The South Pole Inn» sigue en pie en el condado de Kerry y es una de las atracciones turísticas más populares de la Isla Esmeralda.
Sveta, por su parte, estaba escribiendo un libro de viajes sobre su experiencia en el Polo Norte y ahora ha iniciado contactos con expertos en la materia para alertarles sobre la alarmante velocidad a la que avanza el deshielo.
«Queremos que ecologistas y científicos tengan las coordenadas exactas para conocer su opinión profesional», concluye.
En la pasada década, la temperatura en el Ártico ha aumentado en casi 1 grado centígrado, lo que ha provocado que Groenlandia, por ejemplo, pierda miles de millones de toneladas de hielo cada año.
Un estudio publicado recientemente por la revista «Nature» predijo que las placas de hielo que flotan en la superficie del océano Ártico durante el verano podrían desaparecer totalmente para 2035.