Los jabalíes lusos no le temen a nada. Se refrescan en las playas, pasean entre las mesas en las terrazas de los bares y provocan graves daños a la agricultura local, tanto que el tema se ha convertido en un asunto nacional y ha llegado al Parlamento.
El gran aumento de las poblaciones salvajes de este animal y su dispersión por todo el territorio generan cada vez más problemas en Portugal y han hecho alzarse las voces de asociaciones de productores agrícolas y cazadores para pedir soluciones.
Pero la preocupación no se ha quedado ahí y ha saltado hasta el Parlamento de la mano de los diputados del democristiano CDS, que presentaron una serie de recomendaciones al Gobierno para que tome cartas en el asunto.
Entre ellas, la realización de un estudio sobre «la densidad, dimensión y distribución territorial de la población de jabalíes» y la adopción «con urgencia» de medidas para elaborar un plan para reducirla y controlarla a largo plazo.
En la actualidad no existen datos oficiales sobre la cantidad de jabalíes salvajes que puede haber en Portugal.
Según fuentes del Ministerio de Agricultura luso consultadas por Efe, «no es posible obtener densidades y valores absolutos» porque las poblaciones de jabalíes recorren zonas «muy amplias» y «su aumento es un fenómeno cíclico provocado por diversas variantes, como alimentación, refugio o caza».
Esta cartera, que trata el asunto de forma conjunta con el Ministerio de Ambiente, organizaciones de agricultores y productores forestales y del sector de la caza, ya tiene en marcha varias medidas, entre ellas la obligatoriedad de «sellar» los ejemplares abatidos, entre 22.000 y 33.000 por temporada.
De esta forma buscan «conocer y controlar mejor su número» y facilitar la planificación de acciones para corregir las densidades.
Entre las causas que explican el incremento y la dispersión de jabalíes figuran el abandono de la agricultura tradicional que convierte los campos en zonas de matorral, los incendios forestales que devastan la vegetación e incluso los periodos de sequía, que les empujan a moverse en busca de alimento.
En una de las zonas más afectadas, el Parque Natural da Arrábida, a 30 kilómetros al sur de Lisboa, también contribuyeron la falta de depredadores como el lobo o el lince y la prohibición de cazar, explicó a EFE el secretario general de la Asociación Nacional de Propietarios Rurales, Gestión Cinegética y Biodiversidad (ANPC), João Carvalho.
En la Arrábida es donde se han producido escenas como la de una manada de jabalíes paseando entre las mesas de la terraza de un bar o la de un grupo de estos animales que, ante el calor extremo, se acercó a una playa para darse un remojón ante la mirada perpleja de decenas de bañistas.
Hasta la fecha no han llegado al Ministerio de Agricultura reclamaciones cuantificadas de los daños causados en la agricultura, por lo que no existe un dato concreto.
Sin embargo, en uno de los cultivos más afectados, el del maíz, las pérdidas superan el millón de euros, según cálculos de la Asociación Nacional de Productores de Maíz.
A los estragos en los cultivos se une el peligro que suponen para la salud pública -pueden transmitir enfermedades como la tuberculosis- y la amenaza de la peste porcina africana, uno de los riesgos más subrayados por el CDS en sus recomendaciones.
«Es un riesgo real, tenemos que prestar mucha atención. Si entra en Portugal y España, toda la exportación de productos cárnicos de cerdo podría quedar prohibida», avisó Carvalho, para el que la «única» forma de controlar las poblaciones de jabalíes es la caza.
«Es necesario un mayor esfuerzo de la caza para reducir la densidad poblacional hasta que no sea problemática», considera el secretario general de la ANPC, que subrayó que el jabalí «es un recurso muy importante» y una especie «fundamental» en los ecosistemas. | EFE