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El meón de Bruselas, Manneken-Pis, derrocha 1.500 litros de agua al día

EFE.- No hay forastero que se precie que al visitar Bruselas no se detenga durante minutos en la esquina entre la rue l’Etuve y la rue du Chêne para contemplar al diminuto niño meón de bronce que ejerce de reclamo turístico en el centro medieval de la capital belga, el célebre Manneken-Pis. El rictus del […]

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EFE.- No hay forastero que se precie que al visitar Bruselas no se detenga durante minutos en la esquina entre la rue l’Etuve y la rue du Chêne para contemplar al diminuto niño meón de bronce que ejerce de reclamo turístico en el centro medieval de la capital belga, el célebre Manneken-Pis.

El rictus del viajero denota, a veces, cierto regusto amargo al descubrir las irrisorias dimensiones de una escultura imaginada majestuosa a partir de las ilustraciones de las guías turísticas y que, en realidad, tiene sólo 55 centímetros de altura.

El encuentro entre el excursionista y el querubín, subido a un pedestal a 300 metros de la Grand Place, no suele durar más de un cuarto de hora, tiempo suficiente para disparar un par de fotos, bromear sobre sus insospechadas proporciones y buscar un refugio donde protegerse de la lluvia y matar la sed con una exquisita cerveza belga.

Lo que probablemente ningún viajero ha sospechado mientras coleccionaba su selfi de rigor es que el chorro que micciona la escultura supone un despilfarro de entre 1.500 y 2.500 litros diarios de agua potable.

«Se pensaba que era un circuito cerrado y que no consumía nada. Como el contador de agua del Manneken-Pis es uno entre 350 o 400, no se le prestaba atención», explica a la prensa local Régis Callens, técnico del Ayuntamiento de Bruselas que a finales de 2018 descubrió el entuerto.

Las autoridades municipales asumían que el pene del infante estaba conectado a un circuito cerrado por el que circulaba siempre la misma agua.

Tras descubrir que la orina infinita de la figura constituía un perjuicio ecológico, los poderes locales han instalado esta semana un sistema provisional que devuelve a la escultura el agua expulsada, a expensas de procurarle una solución definitiva.

«En plena semana de las Jornadas del Agua, podemos estar orgullosos al decir que, por primera vez en 400 años, el Manneken-Pis no hará más pipí con agua potable», ironizaba en su cuenta de Twitter el concejal de Clima de la ciudad de Bruselas, Benoît Hellings.

El error de fontanería, que ha salido a la luz coincidiendo con una oleada de protestas estudiantiles ecológicas en Bélgica, ha suscitado que el Ayuntamiento de Bruselas vaya a revisar también las cañerías de las fuentes municipales, por si el gazapo húmedo del Manneken-Pis no fuera el único.

Se disipa así una incógnita de las muchas que rodean al Manneken-Pis, cuya efigie inunda las tiendas de recuerdos de Bruselas en forma de llaveros, tazas o camisetas pero del que se desconocen abundantes detalles. Por ejemplo, su origen.

ORIGEN INCIERTO

Cuentan las leyendas locales que lo mandó construir un adinerado burgués tras encontrar a su hijo perdido, que fue obra de las brujas, que lo inventaron las tropas de Godofredo III de Lovaina en 1142 para que orinase desde un árbol sobre sus adversarios o que rinde tributo a un niño que en el siglo XIII apagó con su orina la mecha de un explosivo enemigo.

Lo cierto es que la primera referencia aparece en un texto sobre canalizaciones de la ciudad de 1452, donde se le menciona como el Manneken-Pis, aunque hay teorías que le relacionan con otra estatua citada en un documento de 1388, donde aparece como la «fuente del pequeño Julien».

Se sabe que la versión actual de la obra, que cada año se disfraza unas 130 veces para conmemorar causas diversas y acumula un millar de variopintos trajes, se le encargó en 1619 a Jérôme Duquesnoy, y que se le pagó por ella 50 florines. Desde entonces, el Manneken-Pis ha sido objeto de múltiples intentos de robo.


Fue afanado en 1817, recuperado hecho pedazos y reconstruido. Desapareció otra vez en 1963 y apareció poco después en Amberes. Y se le perdió la pista de nuevo en 1965, hasta que fue hallado un año después en un canal de la localidad de Charleroi, desmembrado.

Se restauró por enésima vez, se le buscó un nuevo hogar en el Museo de la Ciudad de Bruselas y en su emplazamiento original se colocó una réplica que es la que hoy en día fotografían los turistas que visitan la capital de Bélgica, probablemente sin saber que el Manneken-Pis que contemplan, además de pequeño, es sólo una reproducción. 

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