Matt Murphy, de 83 años, desea dejar su casa a su cuidador, Michael O’Sullivan, de 58 años, que debería pagar 53.000 euros de impuestos para recibirla. Pero había una solución para escapar de este pago: ser matrimonio.
Matt, soltero, y Michael son amigos desde hace 30 años. «Nos hicimos muy amigos después de romperse mi segunda relación», explica O’Sullivan, padre de tres hijos.
Con la edad, Murphy empezó a sufrir de artritis y O’Sullivan era su ayuda para la vida diaria. Lo hacía por amistad y a diario se desplazaba hasta su casa, pero cada vez tenía que ir más veces.
Un buen día, Murphy le invitó a vivir con él para evitarle desplazamientos. Lo que había comenzado como amistad era ya casi un trabajo, pero el enfermo no tenía recursos para pagar, así que pensó en dejar la casa a su amigo.
El problema es que, pese a tratarse de una herencia, al no haber vínculos familiares O’Sullivan tendría que pagar 53.000 euros para quedarse con la vivienda de su amigo. ¿Cómo poner solución a este problema? Pues creando ese vínculo… ¡casándose!
Ha sido nuevo matrimonio para O’Sullivan, el primero homosexual, mientras que para Murphy es el primero. Realmente es un matrimonio de conveniencia, pero la jugada les ha salido a la perfección: uno tendrá a su cuidador preferido y pagará al otro con su vivienda una vez fallezca.