El pobrecito hablador

El odio

Lo que voy aprendiendo con el paso del tiempo es que el odio estaba camuflado. No es que no existiera, sino que andaba vestido para según qué ocasión

Publicado: 27/11/2023 ·
12:51
· Actualizado: 27/11/2023 · 12:56
  • Tiempo de odiadores. -
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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Pocos sentimientos hay más humanos que el odio, hermano gemelo y oscuro del amor, del que le separa un simple paso. Todos hemos amado y odiado, e incluso a veces hemos pasado del anverso al reverso sobre la misma cuestión.

Lo que voy aprendiendo con el paso del tiempo es que en este país el odio estaba camuflado. No es que no existiera, sino que andaba vestido para según qué ocasión. Nadie odiaba a las mujeres, pero si se le daba una hostia con la mano vuelta era porque se lo había merecido. Nadie odiaba a los homosexuales; tan sólo se les llamaba enfermos, un eufemismo que tapaba el odio con una triste y penosa manta de lástima.

Ahora no hace falta camuflarse. En un alarde de malabarismo circense, los hay que, amparándose en la sacrosanta libertad de expresión, entienden que dicha libertad ampara las expresiones de asco, aversión, repulsión y aborrecimiento. Ya no tienen que disimular ni esconderse.

El epítome del odio es la derecha más rancia de este país. Es raro el colectivo sobre el que no escupan su bilis más corrosiva, grupo, creencia o ideología que no tenga que soportar el pestilente aroma de su aliento. No hay día en el que no elijan su objetivo y descarguen sobre él toda su nociva carga.
Odian al Papa, porque es un enviado del propio Belcebú, vestido de blanco, porque se ha atrevido a decir que es una vergüenza el tratamiento que se hace desde Europa a los migrantes, entre otras cuestiones. Odian al jefe del Estado, porque ha tenido la osadía de permitir que un presidente del gobierno, elegido democráticamente por una mayoría parlamentaria absoluta, haya jurado su cargo. Odian a los homosexuales, porque usan la palabra “maricón” como insulto, sin ningún tipo de pudor. Aborrecen a la prensa, a la que tildan de manipuladora cuando, sin ella, nadie sabría que andan rezando el rosario ni paseando banderas ornitológicas por los alrededores de Ferraz. Ya hasta la policía es objeto de su asco, porque les está tratando de la misma manera que lo llevan haciendo años a trabajadores que luchan por su familia. Odian al distinto, al que se aparta de su estrecha visión del mundo, ya sea por cómo aman, por su forma de expresarse, por su sexo.

El único paso que les queda, y creo que el que aplaudiríamos todos sin excepción, es el de mirarse al espejo y sentir odio hacia la imagen que reflejan. Lamentablemente, ese día jamás llegará.

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