A la Letanía acude uno para titular esta columna, cuando aún resuenan los ecos basilicales en los oídos de la ciudad; en el alma del barrio de las antiguas huertas de Macario; en las salas del que fue Hospital, que escaparla dejaron; en la robustez de las murallas de piedra que abren lo que nadie podrá cerrar nunca; en el arco que ni cerrojos ni candados tiene, porque es tabernáculo de Dios y Ella fiel guardiana.
Sí, resuenan siempre, todo el año. Resuenan ecos de fe como los de la noche larga que sale a vernos: al enmarcarse en un atrioa los sones de Braña; en el sol de la madrugada cuando revira en los Altos Colegios; en las miradas cómplices de Hércules y Julio César mirándola desde lo alto de sus columnas: les come la pena de no poder de ellas bajarse; en la aurora del nuevo día que florecer buscaen la Encarnación; en la amanecida fría de San Juan de la Palma, al espejo del silencio de una amargura; en el sol que en los Carros la baña; en Ancha la feria y Parras, las calles, sus calles…
Resuenan, sí, porque Roma, la mismísima Roma, ha venido a rendirse a sus plantas,al atrio alto de la casa, frente a la más guapa enfermera del Hospital, la única que reina en el imperio, la niña que nadie sabe bien si cumple veinticinco años en los versos de Caro Romero; Roma, insisto, es incrédula y viene un príncipe a ver con sus ojos la “filigrana de donaire / que das al arco del aire / lecciones de arquitectura”, que diría Murciano. Y Roma y su príncipe, vencidos, lo constatan.
Si Sevilla está celebrando el Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, la gesta magallanesca del pasado martes de solo un barrio es botón de muestra de la ciudad: dar la vuelta al mundo con la sola fuerza del entrecejo de la chiquilla de la muralla vieja. Y dejará a los sesudos teólogos y ortodoxos de la fe que discutan lo que no tiene discusión: Ella es la tranquilidad de una ola que rompe y ahoga por donde pasalas penas, que para eso riman con su nombre; es un tsunami de arrasa y destruye la desesperanza del hombre; es torrente, cascada y río de amor… Suspiros (de España) cuando la valentía se hace fuerte en ti para mirarla a los ojos. Y es pura, sobre todo el orbe, en los pinceles de Grosso.
Roma claudica, sale vencida al atrio y pierde una batalla porque no encuentra teológica explicación al brillo de la sonrisa de su mirada, cuando en realidad llora… ¿o no? Quién sabe. Es un misterio que nadie explica. Mirar y mirar, que ya es bastante, para descubridor sentirse de un tesoro que marca el camino la flecha de la espadaña: “Aquí vive la Esperanza”. Que no, que está hecha así, que lasgubias que la tallaronempuñadas fueron sabe Dios por quién. Aclaro: Dios si lo sabe, pero lo calla, que repetirse no puede esa obra. Él no lo quiere.Descansó al crearla.
Quédese así, para gozo del mundo. Con el oro de Ofir a sus plantas. Pronuncien su nombre para que todo pase. Está ahí, siempre. Escucha y reparte esperanza. Con sólo las cuatro sílabas de su nombre: Macarena.