Jerez

'Here', el nuevo prodigio técnico de Zemeckis para una película carente de alma

Nadie va a reprocharle al director de ‘Forrest Gump’ su empeño por superarse como realizador, pero los resultados no siempre han sido los apetecibles

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Hablar de Here es hablar de Robert Zemeckis. Hay que tener en cuenta todo su bagaje cinematográfico para entender por qué ha llegado hasta “aquí” y por qué ha decidido elevar la apuesta con una película rodada en plano fijo y que refleja, más que cuenta, la historia de los personajes que han pasado sobre un mismo escenario encuadrado en ese plano fijo durante casi cuatro siglos -a un lado la secuencia histórica que se remonta a la prehistoria-.

Y hay que tenerlo en cuenta porque la trayectoria del director de Tras el corazón verde, Regreso al futuro y ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ha estado marcada por un constante avance en el uso de la técnica cinematográfica hasta convertirla en una apuesta arriesgada, como ocurre con su última película.

En este sentido, nadie va a reprocharle su empeño por superarse como realizador desde el punto de vista de la innovación visual de la mano de la tecnología digital, pero también es cierto que los resultados no siempre han sido los apetecibles. Hay al respecto una película que es la que marca la barrera entre la mejor producción del director de Forrest Gump -enmarcada sobre todo en la década de los 90, desde La muerte os sienta tan bien a Náufrago- y su predilección por la reescritura digital: la muy entretenida Polar Express, tras la que vinieron Beowulf y su particular adaptación de Cuento de Navidad.

Lo cierto es que, pese a su empeño, sus dos mejores trabajos desde entonces han sido El vuelo y Aliados, que responden a un canon narrativo más clásico.          

En cualquier caso, se entiende que, dentro de toda esa evolución y de su inventiva por incorporar los avances digitales en favor del desarrollo de la historia más inverosímil -como ocurría en la irregular Bienvenidos a Marwen-, haya decidido afrontar la adaptación de la novela gráfica de Richard McGuire, recurriendo además al, en este caso, fallido guiño nostálgico a parte del equipo junto al que creó Forrest Gump: desde su pareja protagonista, Tom Hanks y Robin Wright -sometidos a discutibles continuos rejuvenecimientos y envejecimientos faciales-, a su guionista, Eric Roth, y el compositor, Alan Silvestri, que aquí compone una banda sonora con una melodía que suena a la de Rachel Portman para Las normas de la casa de la sidra.

Zemeckis, eso sí, sale más que airoso desde el punto de vista técnico, sobre todo de cara al espectador, ya que el hecho de mantener el mismo encuadre durante 100 minutos esquiva la monotonía con sus constantes fundidos y transiciones temporales; sin embargo, ese logro artístico queda difuminado por una historia sin alma, previsible y rutinaria que, sólo a veces, en su parte final, se eleva gracias a las dotes dramáticas de Robin Wright.

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