Entre los principios que el ingeniero francés Henry Fayol identificó hace más de un siglo para enseñar y aprender a dirigir organizaciones está la unidad de mando, que establece que cada empleado debe recibir órdenes de un solo superior, buscando evitar la confusión y los conflictos que pueden surgir cuando se reciben de varios jefes instrucciones que puede ser contradictorias. Ya decía Jesús que “nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo” Mateo (6, 24).
Las organizaciones surgen cuando las personas son conscientes de que conjuntamente pueden conseguir sus objetivos mejor que de forma individual, pero agruparse no genera automáticamente ventajas, sino que también presenta dificultades, sobre todo cuando se intentan conseguir los objetivos propios aprovechándose del esfuerzo común.
En las organizaciones pequeñas la comunicación puede ser frecuente y clara. Todos se conocen y está claro quién manda, quién tiene la autoridad para decidir qué hay que hacer, quién debe hacerlo y cómo, cuándo y dónde debe hacerlo. Cuando las organizaciones crecen hace más falta diseñar cómo se relacionan las personas, agruparlas en departamentos y asignar responsables, dando lugar a la cadena de mando. Por ejemplo, en la estructura funcional los empleados se agrupan según sus funciones o especialidades (producción, marketing, finanzas, recursos humanos, etc.), de modo que al frente de cada función pueda haber alguien que esté especializado en esa área. No obstante, en organizaciones que funcionan por proyectos se suele utilizar una estructura matricial, y se plantea la dificultad de coordinar la autoridad del proyecto con la funcional de cada área. Aquí un empleado puede tener un jefe de proyecto y jefes de marketing, finanzas, etc., con autoridad simultánea coordinada o no. Para elegir esta estructura más compleja las ventajas deben compensar los problemas. La unidad de mando también se complica cuando se utilizan estructuras de red, que son descentralizadas y colaborativas, y que integran a otras organizaciones. La jerarquía deja paso a un liderazgo de cada unidad o equipo dentro de la red, que responde de las decisiones y acciones del equipo. En estos casos, la cadena de mando no se sustenta en la autoridad sino en el liderazgo y la capacidad de influir.
Recientemente hemos tenido la oportunidad de comprobar en Valencia lo ineficiente, trágico y doloroso que resulta que no exista unidad de mando, y autoridad y liderazgo para tomar decisiones rápidas y eficaces en una situación crítica. Ojalá hayamos aprendido algo.