Arcos

Pedro Sevilla implora en el cartel cofrade “el perdón verdadero”

El curtido poeta enalteció sutilmente la belleza de la fotografía de Manuel Moreno. Para su presentador, el instante de la obra del cartel del CHHCC tiene algo de “sagrado”

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

Viniendo de quien vino, la presentación del cartel de Semana Santa del Consejo Local de Hermandades y Cofradías (CHHCC) fue un ejercicio de percepción y observación, pero también de humanidad y sobre todo de sinceridad. El escritor arcense Pedro Sevilla, invitado de excepción en cada acontecimiento que se celebra en Arcos, desgranó con detalle cada matiz impreso en el cartel, una bellísima obra fotográfica del también arcense Manuel Modesto Moreno Pérez, quien ha obtenido el primer premio del concurso del CHHCC dotado con el entrañable armao de plata y el reconocimiento de la comunidad cofrade de Arcos.


Pedro Sevilla comenzó diciendo que “ Difícil es siempre entrar en el corazón de un artista, en el alma de un creador que bien mediante la poesía, mediante la pintura, o, como en el caso que hoy tratamos, de la fotografía, intenta plasmar su perplejidad ante la belleza, ante la sagrada inmensidad del mundo. Soy poeta como ustedes saben, poeta de la palabra, pero siempre he mirado a los fotógrafos como hermanos, porque los he visto siempre como poetas de la luz. Por eso creo que Focal, la asociación a la que Manuel Moreno pertenece, es una asociación poética, una asociación poética que en vez de endecasílabos utiliza flases, encuadres, angulares y demás atributos de su arte. Focal tiene su sitio, al menos para mí, al lado de los grandes grupos poéticos de Arcos, como Alcaraván, Liza o Calima.


El Santísimo Cristo del Perdón, acompañado de su madre, María Santísima de la Piedad, y de San Juan Evangelista, retorna a Santa María, a primeras horas de la madrugada. Han sido unas cuantas horas en la calle, mecidos por la música y por la pericia de los cargueros, constantemente acompañados por el pueblo y por una luna llena, la luna de la parasceve, que se empeña en llenar de plata el rostro de Cristo, las lágrimas de su madre, la fidelidad del discípulo amado. De mi infancia recuerdo, siempre de la mano de mi abuela, o de mi madre, la luna grande en la calle Alta, donde me asomaban para ver al Perdón, un Cristo que salía de una iglesia lejana, porque cuando éramos niños todo estaba muy lejos. Recuerdo que la luna me impresionaba tanto como la faz del crucificado, tanto como el dolor de su madre. La luna del Miércoles Santo es el penitente más antiguo de la hermandad. Después, año tras año, he seguido a la procesión, presenciando momentos de gran belleza plástica, o emocionantes muestras de recogimiento. He visto al paso rozar las flores de los altos balcones, o la estremecedora bajada por las gradas. He olido a incienso y azahar junto al Crucificado. Circunstancias todas propicias para una buena instantánea, para una fotografía vistosa.


Sin embargo nuestro fotógrafo, Manuel Moreno, ha preferido inmortalizar otro momento, el del retorno a la basílica, ya con la luna alta, pletórica de plata. Retornan penitentes de pértigas doradas, con un corazón sangrante en sus emblemas. Retornan cansados y plenos, indulgentes y reconciliados. Toda obra de arte no es sólo lo que dice o enseña, sino lo que los demás debemos intuir. Un poema que se precie tiene que estar colmado de silencios para ser llenados por el lector, y una fotografía  tiene que darnos una visión más amplia de lo que cabe en un cartel. Así, la fotografía de Manuel Moreno, que no es sólo una fotografía, sino un instante eterno de algo sagrado, nos incita a imaginar, a recrear, el resto de la escena, lo que nuestros ojos no ven porque no cabe en la foto. Y qué es lo que intuimos: pues la fachada de la basílica, su encendido gótico. Y el rostro de Cristo en su alto paso, y el dolor de su madre. Y, por supuesto, la fidelidad del pueblo, de los tapados penitentes y de las niñas con carita de sueño, que ha ido hasta la iglesia para despedirlo hasta el año que viene, para aplaudir su entrada.


Permítanme que haga aquí, al amparo de esta presentación, un homenaje a uno de los hermanos más antiguos y anónimos de esta Hermandad. Me refiero al poeta arcense Antonio Luis Baena, que murió en la Navidad de 2011. Todos los años venía a Arcos la tarde del Miércoles Santo, y todos los años me llamaba para acompañarle en su ritual: presenciar la salida de su Cristo, al que tanto amaba porque se veía reflejado en él, en su cruz y en su dolor. Antonio Luis no vendrá este Miércoles Santo, no me llamará por teléfono para que le acompañe, pero estará a la hora en punto en la Plaza de El Cabildo. Y yo, por fidelidad a su amistad, estaré allí para sentir el roce de su alma dolorida y buena.


Permítanme también, que, aunque no he tenido nunca relación directa con esta Hermandad, muestre mi apego sentimental a ella. Y todo por su nombre, Cristo del Perdón, porque me parece que el perdón es uno de los fundamentos claves del cristianismo. Desde nuestra condición humana, el perdón es casi imposible. Quiero decir el perdón verdadero, no el que se pide para que nos dejen tranquilos o nos rebajen la pena, o el que se otorga sin clara y plena conciencia. El perdón de verdad, este que vemos en la cara de nuestro Cristo, constituye un auténtico milagro, imposible sin el concurso divino. Si Dios no derrama su bálsamo sanador sobre nuestros corazones, jamás podremos, puesto que somos humanos, y por tanto débiles,  perdonar a los que nos ofenden, a los que nos maltratan. Por eso debemos pedirle a Dios que nos ayude en nuestros arrepentimientos, que nos ayude a perdonar, que nos divinice en el perdón. El perdón, cuando se pide y otorga con el concurso divino, ennoblece tanto al culpable como a la víctima, los eleva a Dios porque todo lo que baja de Dios a Dios asciende. El perdón no puede ser nunca un trámite judicial o un requisito previo a algo, sino que tiene que ser el hermanamiento, ante la presencia de Dios, del culpable y la víctima.


Todo esto, queridos amigos, y con ello termino, lo he visto también aunque no sale en el cartel de Manuel Moreno, porque como digo una buena fotografía, y ésta lo es, no es sólo un trozo de realidad, sino un instante de luz, una gota de eternidad que nos cae en el alma y nos evoca conceptos y pensamientos como estos. Muchas gracias”.


Una presentación -como debe ser- que dijo mucho en poco tiempo y con pocas palabras. Pedro Sevilla retiraría una placa conmemorativa de manos del alcalde, José Luis Núñez, y en presencia del vicepresidente de la gestora del CHHCC, Luis Reyes, y del delegado de Cultura, Domingo González, así como del secretario de la gestora del Consejo,  Santiago Barrera, quien además actuaría como presentador.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN