El Jueves

La música de la Soledad

Acérquese este año a cualquier punto y contemple la cofradía desde la cruz hasta la Cruz. Admírela, que cuando esto suceda es que algo se está acabando. Acompáñela. Recréese...

Acérquese este año a cualquier punto y contemple la cofradía desde la cruz hasta la Cruz. Admírela, que cuando esto suceda es que algo se está acabando. Acompáñela. Recréese. Observe todos y cada uno de los detalles. Alguno le gustará más y otro menos, que ese libro sigue en blanco. Pero, por Dios, que no se le pase uno de ellos: el más importante.

Ese detalle será difícil de observar si sólo mira al paso con los ojos del cuerpo y no con los del alma. Porque el alma sí que llega a ver lo que el ojo no puede; el alma -y el corazón- sí que ven la saca que descansa a los pies de la Virgen. Que no hace falta mirarla, tan sólo admirarla. Sin necesidad de más nada.

En esa saca están los sobres de la caridad. Unos sobres que son tan soleanos como un Petit o un Benot; como el azulejo del cementerio; como los manguitos y los escapularios negros; como Don Marcelo; como el guión de la Vida (con mayúsculas); como la cera roja que escolta la insignia sacramental (¿a quién se le ocurriría ese detalle de saber?); como los Ariza; como las libreas de los servidores que cosieron las manos del viejo maestro sastre; como el latín; como la capa de don José María; como Roca Amador; como los ciento seis puntos de luz del paso; como el tramo de los niños; como la Maestranza; como las azucenas florecidas del canasto; como la luna que se asoma a robarle al último guardabrisa su luz en la noche que todo empieza; como la torre de San Lorenzo dando la última campanada; como las flores del gladiolo y el montecillo de lirios; como la voz de El Sacri; como el viento que juguetea con el sudario.

Como los ojos de la mujer que cada año brillan al verla.

En la Soledad de San Lorenzo se cumplen 50 años del Sobre de la Caridad, ese que usted y yo tantas veces hemos visto y que forman desordenada cofradía e inigualada cuadrilla a los pies de la Virgen. 50 años son muchos o pocos. Que a mí, ya ve usted, me parecen lo suficientemente importantes como para dedicarle estas líneas.

Sin el Sobre de la Caridad la Soledad estaría sola. Y nada sería lo mismo. Quizás estéticamente sí, pero faltaría el mejor acompañamiento.

No busque más, jartible de bandas, usted que silba marchas por la calle y hace montajes con el ordenador. Que la música ya la lleva este paso. Porque, ¿hay mejor sinfonía que la saca de los sobres? Ande, póngale sonido, el que quiera, que la letra ya está escrita: “Si tienes nada, nada. Si tienes poco, poco. Si tienes mucho, mucho”. Y desde hace medio siglo, quizás antes que usted naciera.

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