El Jueves

Getsemaní

Cuando llegue la noche de hoy, Miércoles Santo, la calle Orfilá se convertirá en el Getsemaní donde Jesús será prendido. Un árbol conforma la escena donde, fíjense bien, los apóstoles se asoman siendo testigos mudos de la misma y Judas, a un lado, comienza a lamentarse por lo que acaba de hacer.

Cuando llegue la noche de hoy, Miércoles Santo, la calle Orfilá se convertirá en el Getsemaní donde Jesús sea prendido. Un árbol conforma la escena donde, fíjense bien, los apóstoles se asoman siendo testigos mudos de la misma y Judas, a un lado, comienza a lamentarse por lo que acaba de hacer. Una tea encendida en la mano de uno de los captores, otro que prepara una soga y dos soldados romanos, plumaje blanco incluido, completan el imponente escenario donde Jesus es el centro de todo.

Todo el misterio se presenta tan real cuando la noche cae en la ciudad, que ese realismo que transmite llega a confundirnos si de verdad seguimos en Sevilla o por el contrario, hemos sido trasladados en las variables de espacio y tiempo a aquel lugar, escenario del comienzo de los trágicos sucesos.

Túnica blanca y manos abiertas en el Señor del Soberano Poder. Manos limpias y dóciles, alejadas de cualquier forma de resistencia, algo de lo que tanto hemos de aprender en los tiempos que corren. Se nos llama a un rotundo NO a la violencia, a la confrontación, a la guerra, en el simple gesto de un Hombre que no pasará desapercibido para los enemigos de su tiempo ni para la historia de la humanidad.

Todo un símbolo para la noche del Miércoles Santo. Un llamamiento a la paz; a la paz entre todos; a la paz incluso hacia aquellos que vienen a hacer de Él carne de muerte, carne de madero, carne de cruz.

Manos abiertas del Soberano Poder. Porque Él también sabe que esas calles que pisa esperando su prendimiento, en solo unas horas, estarán regadas del Gran Poder de la  Esperanza.

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