El Jueves

Arde la red

Si es que se veía venir. Esto iba a pasar antes o después, por algo o por nada...

Si es que se veía venir. Esto iba a pasar antes o después, por algo o por nada. Todo ha sido constituirse los nuevos ayuntamientos y los gobiernos de las comunidades autónomas y ha habido un no parar de rastreadores en internet, como ese perrito que anuncia los seguros de los coches. Y principalmente de las redes sociales, esos patios de vecinos de carácter digital, en busca de opiniones y sobre todo, para saber qué dijo alguien, cuando era ciudadano de a pie, en algún momento de su vida semipública. Ahora que el individuo objeto es algo más que un simple ciudadano y que su vida es algo más que semipública, es el momento para sacarle un trapo sucio. Algunos de estos trapos, en honor a la verdad, son algo más que sucios: son deleznables.

Cuando pasan estas cosas, uno recuerda aquello de ser esclavo de sus palabras y amo de sus silencios. En este país se habla muy rápido, padecemos todos una especie de incontinencia verbal que lleva a que tengamos que volver sobre nuestros pasos para borrar de la red aquello que puede ser políticamente incorrecto. Pero claro, lo que es inevitable, en los casos concretos de Twitter y Facebook, es que la incontinencia haya sido debidamente compartida por alguien, por lo que el rastro es bien fácil de seguir.

No quiero pensar que puedan existir gabinetes de comunicación -de instituciones o de partidos políticos, o de “personas de bien”- que hayan empleado el tiempo en revisar perfiles para encontrar lo que algún individuo dejara dicho en el momento del calentón. Pero lo cierto es que mucho me temo que esto haya sucedido, porque no se entiende toda esta batería de disparates que circulan por los muros.

Los más de 140 caracteres que Zapata, el concejal de Madrid, ha ido dejando en su time line con el paso del tiempo son, simplemente y para mi gusto, cuanto menos que vomitivos. Si quieren acabar con lo que llaman casta (¿yo soy casta por decir esto?) no creo que ésta sea la mejor forma. Como tampoco los abucheos que han sufrido determinados concejales al abandonar los bastones de mando de los ayuntamientos. No, mire usted: los escraches no pueden ir siempre en la misma dirección. Será que la casta no sabe jugar a esto. Mejor para todos.

Somos esclavos de lo que decimos y más si lo dejamos escrito. Permítanme que yo les diga que yo lo estoy siendo ahora mismo. Aunque también soy dueño de mi silencio, de esas opiniones que hoy me guardo para mí y que reservo por no caer en la difamación. Porque algunos, en estos días, se la han ganado a pulso.

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