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‘Jackie’: Memorias de Camelot

El hilo conductor de esta refinada, diferente y fascinante ‘Jackie’ es la entrevista, para Life, del periodista e historiador Theodore White

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El chileno Pablo Larraín, cosecha del 76 -que tiene en su haber títulos notables como ‘Post Mortem’ (2010), ‘No’ (2012) o ‘El club’ (2015)- llegó a filmar esta película porque antes desistieron de hacerlo Steven Spielberg y Darren Aronofsky (‘El cisne negro’). Fue precisamente este último quien se la propuso, tras comprar los derechos. Así lo cuenta en unas declaraciones a Pablo Marín en La Tercera. Y también que fue tanto un reto como una sorpresa para él, dada su trayectoria cinematográfica citada.

Comenta asimismo que tuvo acceso a un archivo riguroso y preciso de los hechos del magnicidio “al minuto: quienes estaban donde estaban y qué estaban haciendo. Es lo que se ve en la película, cómo sucedieron los hechos documentados. Ahora, una vez puertas adentro, nadie sabe lo que pasó y podemos meternos e imaginarlo”.

El hilo conductor de esta refinada, diferente y fascinante ‘Jackie’ es la entrevista, para Life, que el periodista e historiador Theodore White le hizo a la protagonista una semana después del asesinato del presidente, el 29 de noviembre de 1963, en la que ella va recordando algunos acontecimientos de su vida con el mandatario y, especialmente, los detalles de su trágico final.

Entrevista que ella controló de principio a fin, con la aquiescencia de su autor -a quien da vida aquí un eficaz y matizado Billy Cudrup- y en la que contribuyó decisivamente a forjar el mito del hombre y de su administración. Una legislatura de 2 años, 10 meses y 2 días, a la que comparó con Camelot, musical de Alan Jay Lerner, que la pareja admiraba y cuyo tema final -con estrofas tales como “que no se les olvide que, por un breve momento resplandeciente, hubo un Camelot”- escuchaban cada noche antes de acostarse.

Pero también incide, aunque sea brevemente, en su relación con Robert, Bobby, Kennedy -excelente Peter Sarsgaard- ; con su asistente personal -magnífica Greta Gerwig- uno y otra depositarios de sus confidencias. Y con el sacerdote católico -inolvidable John Hurt…- y consejero espiritual, mientras preparaban el entierro -que se hizo presidencial, a su manera- y a cuyos consuelos convencionales respondió, entre otras cosas: “¿Está Dios también en la bala que mató a mi marido?”

Entre la realidad de los hechos y la ficción de la intimidad, Pablo Larraín construye un relato singular, sutil y elegante. Tanto como su protagonista, una prodigiosa Natalie Portman. Su acercamiento a ella es compasivo y cáustico, teñido tanto de admiración como de distancia.

Una mujer fuerte y determinada, que no quiso quitarse el famoso vestido rosa de Dior manchado con la sangre de su marido: “Así verá todo el mundo lo que le han hecho”. Una mujer valiente, que afrontó el peligro de caminar junto al féretro con John-John y Caroline de la mano. Una mujer consciente de su paso a la posteridad no solo, por la obligada en la época, vía conyugal. Una mujer, icono de belleza y elegancia, pero profundamente cultivada.

Y también una mujer rota, vulnerable, en shock, traumatizada y rabiosamente airada con un destino cruel que quebró su modus vivendi y su estatus de primera dama -“no tengo nada”- en mil pedazos. Estas son las algunas de las Jackies posibles, en esos meses claves del siglo pasado, que con tanto talento como contención, con tanta intensidad como delicadeza, con tanta lucidez como mordacidad, nos revela Pablo Larraín.

Producción norteamericana de 95 minutos de metraje. Su brillante guión lo firma Noah Oppenheim. Su hermosa fotografía, Stéphane Fontaine y su bella partitura, Mica Levi. Precedida de reconocimientos varios y de tres nominaciones a los Oscar.

No deberían perdérsela.

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