Las costuras de la política española están con el hilo suelto, y el tejido cediendo. No sé hasta cuando aguantarán, pero necesitan un sastre de nivel. La aparición de las nuevas formaciones, a consecuencia de la degeneración de las dos grandes marcas en los primeros años del siglo XXI, supuso la apertura de una gran ventana que dio paso a cierto aire fresco, que agradecieron los ciudadanos. Poco después quienes abrieron esos ventanales se dedicaron a apedrear los cristales. El donde dije digo, digo diego cobró más sentido que nunca en la joven historia de la democracia española. Las hemerotecas y los archivos audiovisuales se convirtieron en el enemigo público número uno de los líderes, quienes aparcaron las ideologías y recuperaron tendencias buscavotos. Ahora se ha dado un paso más. Esos nuevos partidos ya se han cansado de la travesía del desierto, y ahora quieren tocar poder. Podemos quiso, y quiere ahora (Unidas) entrar en el Gobierno de España con la evidente legitimidad de los votos, pero con cierto alarde de imposición. Ciudadanos ya toca pelo, y está haciendo juegos malabares para justificar con quien va de la mano en el ejercicio del poder. La irrupción de los extremos nacionalistas es el exceso del vinagre de un mal gazpacho que se empieza a repetir. Hemos pasado de la tiranía de las mayorías absolutas a la diversificación del voto mal gestionada por nuestros líderes, incapaces de alcanzar acuerdos. Y, en medio, el hastío de buena parte de la ciudadanía que contempla con sonrojo cómo su voto es utilizado por la partitocracia tras innumerables convocatorias a las urnas con sus respectivas campañas. Los votantes empezamos a escuchar palabras como sorpasso, casta, relator, felón, barones, cordón sanitario, proces... Aprendemos nuevos términos, pero siguen los viejos desencuentros, y los bloques políticos. Eso sí, con nuestras cuitas y problemas, al menos no hemos llegado al extremo de que una deportista diga: “no voy a ir a la puta Moncloa”, como sí lo ha hecho Megan Rapinoe, que así se llama la capitana del equipo nacional de fútbol estadounidense, quien decidió escenificar su rechazo a las políticas de Trump diciendo: “no voy a ir a la puta Casa Blanca”. Megan tiene mi respeto, y mi saludo.
Absit Invidia
No voy a ir a la puta Moncloa
Se cumplen dos meses de las elecciones generales. La política española tiene las costuras con el hilo suelto, y el tejido cediendo. Necesita un sastre de nivel.
Pedro García Vázquez
Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur
Absit Invidia
Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín
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