Estos de Forbes son unos cachondos. Son conocidos por esa lista en la que incluyen a los más ricos del mundo, que a su vez desgranan por países, y que los medios de comunicación desmenuzamos aún más para saber quién tiene más pasta y/o patrimonio en cada una de las comunidades autónomas. Si seguimos así, vamos a acabar conociendo quiénes son los más ricos de la jiennense calle Peso de la Harina o la algecireña Juno, por poner dos ejemplos.
Y digo que son unos cachondos porque -rememorando a Don Vito- muestran junto a Forbes España su lema “nada personal, sólo (defiendo la tilde, y mira que estos días en Sevilla estamos rodeados de académicos de la Lengua) negocios”. Hemos conocido quiénes son los más ricos de Andalucía, según esta revista especializada para potentados. Tenemos a un almeriense que se fue a Tarrasa con 12 años y tiene 1.600 millones de pavos. Manuel Lao, que así se llama, sí respetó la variedad lingüística andaluza con la pérdida de la 'd' intervocálica en su apellido. Si apartamos al opulento Manuel porque su fortuna fue amasada en Cataluña con negocios, por lo visto relacionados con el juego, pues resulta que nuestros acaudalados andaluces están por debajo de los milmillonistas. Lástima.
En nuestra tierra hasta los ricos son pobres. Algunos de ellos con apellidos ilustres y de abolengo tienen cientos de millones de euros, que quedan muy lejos de los 63.000 millones del amigo de Pablo Iglesias y de los 6.000 millones de Sandra Ortega, hija del amigo del coletas, que son los number one and two de este exuberante ranking en España, muy lejos de los 131.000 millones, de un tal Jeff Bezos, dueño de Amazon y campeón de campeones. En Andalucía, tenemos algunos entre los más ricos de España, pero más allá del puesto 50. Una pena. En esto no destacamos, ni falta que hace.
Sin embargo, en nuestra comunidad hay un verdadero capital humano, natural, patrimonial (material e inmaterial), gastronómico, cultural, y un largo etcéterca que sí nos convierte en milmillonarios. Es un capital que no está concentrado en pocas manos, ni aparece en Forbes. La madre del cordero está en cómo canalizar ese potencial para ser líderes, pero en bienestar.