Aún no se dejará de utilizar esta palabra, pero, casi sin darnos cuenta, ya está inscrita en el diccionario de términos históricos. Unos, la mayoría, se lamentan, otros, la minoría, se alegran. Y aquellos que se alegran lo hacen por puro egoísmo. Como todo buen nacionalismo está enraizado en “mejor solos que mal acompañados”, porque el nacionalista está convencido de que vivirá mejor sin el “estorbo” de otros, que “solo le traen problemas y con los que debe compartir su pan”. Un pan que aunque no escasee, es suyo y de nadie más.
Y hay que afearles tanto egoísmo mentiroso, aunque con cuidado de no desprestigiar a los pueblos, que siempre son víctimas de los nacionalistas. Prudencia al utilizar los conceptos británicos, catalanes, vascos o similares. Porque estas palabras son rotundas y representan a millones de personas que mayoritariamente estarán de acuerdo con que la unidad y la cooperación facilitan la solución de los problemas de las gentes.
Pero con esto del Brexit se ha engañado, y mucho, a la ciudadanía británica que por un estrecho margen lo apoyó en el referéndum de 2016. Iniciado el debate en2010, cuando más fuertemente golpeaba la crisis, desatada por el sector financiero en todo el mundo en 2007, con las famosas “surprimes”, abriendo la gran crisis económica del periodo2008-2015. Se venía culpando a “Europa” de todos los males que aquejaban a la economía y sociedad británica en aquellos momentos de críticos. El fantasma de las migraciones masivas también funcionó, con los campamentos de refugiados en el canal de la mancha, resultado directo de las intervenciones militares en Irak y las primaveras árabes, que produjeron, y aún siguen produciendo grandes movimientos de población. El miedo al inmigrante hace milagros, como bien saben utilizar los nacionalistas, ya que “no llevan nuestra sangre”, “vienen a robarnos el pan de nuestros hijos”… “Europa nos roba” y un sinfín de mentiras que calan en las mentes infantilizadas de personas que no contrastan las maldades que tragan. Y mucho de este miedo se instala en los votantes de Trump en EEUU, o de Boris en UK o el separatismo catalán.
Después de casi 4 años, por fin, la bandera europea será arriada de todos los lugares del Reino Unido. Gibraltar también lo hará. Como decía esta misma mañana un enfermero español que lleva 20 años trabajando en Londres: “Lástima que más de 66 millones de ciudadanos británicos no puedan vivir, trabajar o enamorarse en Europa” como cualquier europeo. Y a partir de este momento las verdaderas causas de los graves problemas que aquejan al pueblo británico se harán evidentes, y difícilmente, aunque por algún tiempo se use políticamente por el nacionalismo, se podrán manipular al pueblo diciéndole que estas graves situaciones son provocadas por formar parte de la Unión Europea. De momento el nacionalismo pare nacionalismos, y en Irlanda del Norte o Escocia, donde no les salen las cuentas del Brexit, avanzan en el proceso separatista del Reino Unido, que ya está menos unido.
Mientras tanto los pueblos, separados por fronteras y muros cada vez más altos, se miran de frente y se compadecen unos y otros de la insaciable codicia de las grandes fortunas (que son las mismas) que los manejan a todos, porque esas grandes fortunas, como en los casinos, “siempre ganan”.
Fdo Rafael Fenoy