Excusatio non petita, accusatio manifesta
Todo no va a ser Corona”virus” ¿o sí? Esta máxima latina viene a decir que cuando se dan explicaciones no pedidas en realidad lo que se produce es una autoinculpación. El actual rey Felipe VI ha dado un paso interesante, aunque muy tardío, al reconocer que su padre D. Juan Carlos I ha realizado actividades económicas que han generado algún “activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, características o finalidad puedan no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la Corona”. El comunicado de la Casa Real, firmado el día 15 de marzo de 2020, un año después de, según el mismo haber tenido conocimiento oficial de esta situación, no tiene desperdicio porque deja constancia de dos hechos esenciales: Primero que, salvo que estalle un escándalo, la Casa Real no se entera de nada y que desde que se sabe, al menos oficialmente, hasta que se actúa pasa bastante tiempo. ¿Esa tardanza en reaccionar a qué obedece?
El propio hijo desconfía del Padre ahora. Y es ahora cuando anuncia el rechazar, ante notario dice haberlo hecho hace ya un año, la prevista herencia que le correspondiera como hijo, por considerarla ilegal e inmoralmente atesorada. Además le retira el sueldo que venía cobrando del presupuesto general del estado y que se le entrega anualmente a la casa real. Lo de retirarle el sueldo suena a “castigo”. Un castigo que se antoja caprichoso, más aún cuando se ejerce contra una persona “inviolable” según la constitución, es decir “irresponsable”.
Dura respuesta la de Felipe VI, hacia su padre, después de tener conocimiento al menos hace un año. Y se precipita esa decisión, inapropiadamente, en estos excepcionales momentos generados por alarma contra el contagio masivo, decretada y firmada por el propio rey. Más aún cuando precisamente hace pocos días no prosperó en el Parlamento, la propuesta de investigar a D. Juan Carlos, precisamente por esos hechos que ahora reconoce existen por parte de la Casa Real. Aunque el carácter “inviolable” del Rey emérito, rey al fin y al cabo, D. Juan Carlos, no cuenta para su hijo, Felipe VI, que decide “castigarlo”, escarmentarlo públicamente.
Suena extraño que en esa Casa Real nadie se entere de nada. Precisamente contando con servicios de información propios y que las personas reales se encuentran “muy vigiladas” y “protegidas”. La esposa que no se enteran de las artimañas fraudulentas de su marido, caso NOS. El hijo, príncipe y rey, que no se huele las operaciones multimillonarias, realizadas durante años y ocultas al fisco, de su padre. Pero es más evidente que aunque se enteren no actúan, haciéndose cómplices de estos delitos e inmoralidades, por si fuese posible taparlas.
Si la propia Casa Real, sede de la familia real “abomina” del patriarca, podría ser hora de vacunarse contra el virus de la corona cuestionándose su propia existencia.
Rafael Fenoy Rico