En Puertatierra se dice o al menos se decía: ése tiene un martillacito, pedrada e incluso ladrillazo. Sea cual fuere la fórmula elegida para describir una alteración mental, hay que reconocer que en estos días (casi) todos lo tenemos dado.
A la tragedia sanitaria, se suma la económica, la laboral, la propia del confinamiento, de la convivencia permanente, y todas aquellas que se les puedan ocurrir, que están alterando las mentes, creando un magnífico caldo de cultivo para que psicología vuelva a ser una de las carreras más demandadas.
La incapacidad de construir un futuro puede llevar a la depresión, y, en la actualidad, desconocemos hasta qué va a ocurrir la próxima semana. Ahora es cuando buscamos, necesitamos y reclamamos referencias y liderazgos, pero lamentablemente estamos huérfanos de ellos. Lo aplicable a la Unión Europea, lo es también para España. A Europa, como los holandeses están lejos, le decimos con desparpajo: si en esta situación no vemos la solidaridad para con los países más afectados ¿cuándo va a aparecer? Trasládenlo al ámbito nacional. Si con casi 20.000 muertos nuestros líderes políticos no son capaces de llegar a un acuerdo ¿cuándo lo serán?
De sonrojo permanente son algunas de las intervenciones de los representantes de la cosa pública. Algunos de ellos y ellas parecen tener ese martillacito. Olvidan en la que estamos. Sus mensajes podrían valer -que tampoco- hace un año, pero ¿ahora? ¿en este momento? Mantener esta polarización, de la que también participan algunos medios de comunicación, es una afrenta que la historia no perdonará a quienes no faciliten la unidad y el consenso político para poder luchar contra una tragedia sin precedente.
A más a más, tenemos la tormenta perfecta con unos líderes mundiales como Trump, Johnson, Bolsonaro, Putin, Orbán, Maduro... y la sempiterna incapacidad de los líderes de la UE (da igual cuando leas esto). Iberia sería nuestro refugio tras esta crisis, una Iberia que compartan España y Portugal -idea defendida recientemente por el alcalde de Oporto- muy similar al Benelux, que aspire, incluso (martillacito) a crear un país con jefe de Estado en Lisboa y capital en Madrid. Ea.