Se otea en el horizonte el ansiado fin del confinamiento. Se ha instalado el convencimiento de que aún queda un proceso “escalonado”, que no será corto, porque a la “normalidad” anterior será complicado llegar. Pero, al fin y al cabo, algo de normalidad es urgente recuperar, ya que la parálisis de la actividad económica lleva meses ocasionando daños sociales. Todas las instituciones han mostrado su enorme preocupación, algunas hasta se han ocupado, para evitar la muerte de personas. Y eso es digno de reconocimiento. No obstante quienes no perdieron la vida comienzan, en un número importante, a malvivirla. ¿Tiene mucho sentido salvaguardar una vida que se llena de amargura? Los gobiernos están obligados a garantizar una vida humanamente digna, tanto dentro de los hospitales como fuera de ellos.
El gobierno ha puesto en marcha algunas medidas de ayuda a autónomos y personas trabajadoras afectadas por el ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), ya que, de no hacerlo, tanto los primeros como los segundos se encontrarían en la ruina más absoluta, aunque ciertamente la ruina les ronda. Y claro está, si los gobiernos no llegan, el tejido social se pone manos a la obra para atender urgentes necesidades de un sector de familias pobres de solemnidad. Incluso determinadas opciones políticas promueven bloques sociales contra la tragedia que ya se vive y amenaza extenderse a millones de hogares en España. En estos momentos se impone aquello de “al gobierno rogando y con el mazo dando”, porque sólo con la rogativas se anda un corto trecho de la gran necesidad que existe.
Bien están los llamamientos a coordinar esfuerzos reales, no sólo prédicas. Porque además de predicar hay que dar trigo y en esto muchos de los llamados movimientos sociales no tienen experiencia. Pretender juntar asociaciones siempre es loable. No obstante en estos momentos donde se precisan respuestas reales, distrae más que ayuda centrarse en discursos y no aportar recursos. Los movimientos sociales especializados en denunciar y reclamar a los gobiernos deben ir aportando recursos. No sólo económicos, que también, sino humanos, muchas veces más necesarios. Urge pues que aquellas iniciativas sociales que actúan sobre la realidad se coordinen. Hay quienes despectivamente valorar sus actuaciones como “asistenciales”. Sin ellas muchas familias estarían abocadas a pasar hambre, de verdad, y a enfermar necesariamente. Estos movimientos sociales de recursos deben ser ayudados física y materialmente por aquellas otras asociaciones de “discursos” y, entre todas ellas, gestionar todo lo que se tenga y se reciba. Al mismo tiempo exigir a los gobiernos que den una respuesta de supervivencia a quienes hoy más lo necesitan y animar una reactivación sostenible de la economía. De no hacerlo eficazmente permitiría cuestionarse ¿A dónde van nuestros impuestos? Y la lógica consecuencia sería que la ciudadanía use sus impuestos para ello.
Fdo Rafael Fenoy Rico