Provincia de Cádiz

Jóvenes inmigrantes extutelados cosechan esperanza en los campos de Huelva

Provenientes de Melilla, donde la Administración se desentiende, Voluntarios por otro Mundo en Jerez les facilita la colocación en puestos difíciles de cubrir

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  • Michel Bustillo posa con un grupo de jóvenes extutelados en una explotación agrícola en Huelva. -
  • “En el Rif no hay oportunidades, solo queremos ganarnos la vida”, dicen dos de ellos

La denuncia no deja en buen lugar ni al Gobierno de Melilla, que “abandona a los menores en la calle al cumplir 18 años” ni a la Junta que, una vez que recalan en Andalucía, les niega atención alguna por no haber sido tutelados por la comunidad. Sin embargo, guardan silencio ante la acusación por Voluntarios por otro Mundo. El responsable de la organización en Jerez, Michel Bustillo, agradece al Ayuntamiento que, al menos, ponga a disposición el albergue municipal, aunque “no sea el lugar más adecuado” para el centenar de chicos marroquíes que han llegado a la localidad en los últimos meses tras superar la mayoría de edad en la ciudad autónoma.

Pero no oculta su impotencia ante la falta de sensibilidad institucional. “La situación de abandono y de calle los lleva a tener problemas, vivir en la calle destruye”, advierte, aunque la tasa de delincuencia es muy baja: solo seis de los 70 internos en el módulo de jóvenes de Puerto III son marroquíes.

“Son jóvenes muy empleables”, asegura, con muchas ganas de encarrilar su futuro. De hecho, en torno al 60% de ellos está trabajando ya en la campaña de frutos rojos de Huelva, gracias a un convenio suscrito junto con otras dos asociaciones y la patronal onubense.

Fernando Rodríguez, responsable de Fresh Huelva, detalla que el acuerdo permite poner en contacto a las ONG con los 93 asociados para satisfacer la necesidad de mano de obra. “Es una cuestión de responsabilidad social”, apunta, y un ejercicio de generosidad por parte de los empresarios. “Es preciso dedicar tiempo y recursos para su capacitación”, pero “es una buena manera de facilitar la integración de estos muchachos y resulta rentable”. El año pasado, la oferta del SEPE quedó practicamente desierta. Estos jóvenes optan, en definitiva, por puestos de difícil cobertura, y consiguen estabilidad. “Comienzan en febrero y, al menos, trabajan hasta junio o julio; la idea es que se pueda extender la contratación hasta octubre con otras campañas de recolección”, explica.

Tanto Voluntarios por otro Mundo como Fresh Huelva velan por el cumplimiento del convenio del sector y los protocolos contra el contagio por coronavirus, así como la calidad del alojamiento que se les ofrece. E incluso se pondrá a disposición de los chicos una intermediadora cultural para abordar el Ramadán, que se celebra en plena temporada. A su vez, los seleccionados son sometidos a controles de tóxicos y Covid.

Hasta llegar a Huelva han de sortear obstáculos burocráticos. Los extutelados llegan a Jerez con tarjetas de identidad de extranjero con muy poco tiempo de vigencia y en un formato que, en entidades bancarias como el Santander, sirve de excusa para negar la apertura de una cuenta corriente, condición obligatoria para poder firmar el contrato, tal y como denunciaba esta semana en su perfil de Facebook el exDefensor del Pueblo Andaluz y presidente de Voluntarios por otro Mundo, José Chamizo.

“Estos chavales tienen problemas, sin familia ni recursos económicos, ni tan siquiera referencias, necesitan guías, mentores, no más problemas”, remarca Bustillo, quien considera que deberían contar con seguimiento por parte de las administraciones hasta los 25 años y becas para formación.

Por el momento, espera como agua de mayo la doble modificación del Reglamento de Extranjería, impulsada por el jerezano Santiago Yerga, director general de Migraciones, que permitirá trabajar a los jóvenes a partir de los 16 años y, por otro lado, rebajan los requisitos económicos exigidos para renovar los papeles de residencia. “Bastará con demostrar que los extutelados siguen un itinerario de inserción y que la asociación avale su acogimiento”, explica.

También confía en que la reunión solicitada a Asaja y COAG por medio de la Subdelegación del Gobierno en Cádiz se lleve a cabo para que, además de Huelva, encuentren oportunidades laborales aquí.

“En el Rif no hay oportunidades, solo queremos ganarnos la vida”

Bilal y Ayoub no se conocen, pero sus vidas han discurrido por derroteros muy parecidos. Ambos, jóvenes, con 18 y 19 años hoy, respectivamente, se colaron en Melilla solos cuando eran menores, con un pasaporte, aprovechando cambio de turno, cuando aún eran menores.

Tras un año tutelados por la administración, y recién cumplida la mayoría de edad, pusieron rumbo a la península. Bilal probó suerte en Almería, donde trabajó, sin contrato, un par de meses. Rehusó a continuar en esa situación porque su objetivo es conseguir los papeles de residencia, labrarse un futuro. Y emprendió camino hacia Málaga, la costa catalana y, finalmente, Jerez.

En Jerez también recaló Ayoub tras una breve estancia en Murcia y cuatro meses en la campaña de la naranja en Brenes, en Sevilla. Aquí se encontraron con Michel Bustillo, de cuya mano disfrutan ahora de una buena oportunidad para encarrilar su vida en España. Recién llegados a Huelva, para trabajar nuevamente en el campo, Ayoub se muestra esperanzado. “En el Rif -de donde procede- no hay oportunidades”, asegura.

Tan pocas que decidió dejar atrás a su familia con la que apenas ha tenido comunicación hasta ahora, que puede permitirse hablar con ella cada dos o tres días. “Solo quiero un trabajo”, agrega.

Como Bilal, quien exprime al máximo el tiempo para formarse a la vez. Durante su estancia en el centro de menores de Melilla aprendió un español casi perfecto. En su nueva colocación, no ha encontrado tiempo para seguir con los estudios de inglés porque la jornada es dura.

“Trabajo, como y duermo”, señala, pero no hay atisbo de queja. Tiene claro que el esfuerzo es fundamental para conseguir una buena ocupación. Con estudios equivalentes a cuarto de la ESO, en Marruecos sacaba algunas monedas desde niño vendiendo agua embotellada o echando una mano en algún establecimiento hostelero para colaborar en la precaria economía familiar.

 Con cuatro hermanos y sus padres, hasta había que comprar a crédito los libros para el colegio. Ahora confía en poder pagar de su propio bolsillo el coste de un grado medio de comercio.

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