El incremento desmedido de los precios se consolida como la verdadera oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Que el recibo de la luz se haya incrementado un 44% en un año y la gasolina más de un 22%, según datos del Instituto Nacional de Estadística citados por El País, puede suponer un desgaste electoral de efecto incierto ya que no hay politólogo que pueda cuantificar cuánto de descenso en sufragios tiene el aumento del recibo.
Como si se tratara de una competición deportiva, las facturas de la luz y del gas siguen batiendo marcas en un momento, además, crítico ya que se aproxima el encendido de las calefacciones propias de los meses de invierno. Hasta el momento, el Ejecutivo se muestra incapaz de contener ese incremento. El último intento se topó el miércoles con el no de la Comisión Europea, que ha ignorado las peticiones españolas (y de otros socios) para hacer un frente común ante la escalada de los precios de la energía.
El plan de choque aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 14 de septiembre apenas ha mitigado el aumento de los precios y, además, ha rebelado a las eléctricas que ven peligrar los conocidos como “beneficios extraordinarios”. Para calmar los ánimos, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha entrevistado durante la última semana con responsables de las grandes eléctricas. Todo este revoltijo, escenificado ayer en el Congreso de los Diputados, habla de la complejidad de este asunto, que no solo nos ha generado un mayor gasto en la luz, el gas y el carburante de nuestros vehículos, sino que se ha trasladado a la cesta de la compra y, en general, al coste de la vida situando la inflación en un 4 por ciento.
A más, a más las consecuencias han llegado también hasta empresas e industrias que no pueden afrontar el incremento del proceso de producción debido al encarecimiento de la luz. Es decir, se está poniendo en juego a la economía y en jaque al Ejecutivo de Sánchez. Fomentar el uso de las energías renovables parece una solución a largo plazo, pero antes tienen que llegar otras medidas que desaceleren los recibos energéticos. De lo contrario, la luz al final del túnel será la del tren.