Estos días de Canícula son de preparativos. De interrogantes, diría yo. Qué les voy a contar que ustedes no sepan sobre la madre de todas las incógnitas: elecciones el 10 de noviembre o apoyo a Pedro Sánchez en su largo y tortuoso camino hacia la investidura. Hemos leído y escuchado de todo un poco, o un mucho, hasta llevarnos al hastío en el estío, pero se está arando poco. Poco pico y poca pala. Dimes y diretes pero poca sustancia. Lo último es una nueva propuesta de Podemos para un Gobierno de coalición, algo que Pedro Sánchez, y los suyos, ya han dicho erre que erre que no están dispuestos. Eso sí, ya les adelanto, que si Gareth Bale ha sido titular en el primer partido de Liga del Madrid, Echenique puede ser ministro en octubre.
Dice la sabiduría popular que quien en agosto ara, su riqueza prepara. Y estamos teniendo un mes de escasos preparativos y de (lo que es peor) negros augurios. A la incertidumbre del Gobierno español hay que sumar, las alarmas sobre una posible recesión en Alemania en el tercer trimestre del año que afectaría al resto de Europa. A más a más, ahí tenemos la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y el Brexit que podría poner el punto y final a la libre circulación de trabajadores, y crearía una situación de caos como el Viejo Continente no ha conocido en las últimas décadas, en un momento, además, en el que los partidos nacionalistas y populistas intentan revertir el proceso de integración comunitaria desde dentro de las propias instituciones de la UE, cual Caballo de Troya.
No es tiempo de carne mechá, pero (tristemente) tampoco lo es de Europa. El pulso entre Matteo Salvini y Pedro Sánchez sobre el desembarco de las personas rescatadas por el barco Open Arms ha mostrado que la UE carece de una política común sobre migración, pero también en otras materias como defensa, seguridad, fiscalidad, relaciones exteriores…
Desde 1957, los ciudadanos de la Unión Europea (500 millones en la actualidad) nos hemos beneficiado de las decisiones tomadas en Bruselas. Los españoles permanecemos en este espacio común desde hace 33 años. Sin embargo, si ahora dañamos la libre circulación, si el espacio de libertades no es igual en España que en Italia, si los derechos sociales difieren de unas naciones a otras, realmente lo único que nos queda es una moneda común, y unas instituciones tan lejanas en kilómetros como en percepción para los ciudadanos. Pese a todas esas dificultades (algunas de ellas tienen los nombres y apellidos de líderes políticos) es el momento del relanzamiento europeo, como hace pocas fechas planteaba Josep Borrell. El Brexit será una crisis sin precedentes, pero también será un momento de oportunidad para que los países que permanezcan en el espacio común europeo se plateen nuevos retos con el objetivo de que el Viejo Continente tenga peso suficiente para competir en el nuevo marco geoestratégico con China, Estados Unidos y Rusia.
Europa necesita ser como una película de Berlanga en la que todos los países sean actores de reparto. Las películas del director de La Escopeta Nacional o Bienvenido Mister Marshall eran corales, con muchos actores alrededor que acababan restando protagonismo al actor principal. Pues eso. Una Europa en la que Alemania y Francia sean Sazatornil y Pepe Isbert, pero con la influencia de los Luis Escobar, Agustín González, Mónica Randall, Antonio Ferrandis y José Luis López Vázquez. Este último en el papel de España. Ea.
