Publicidad Ai
Publicidad Ai

Desde la Bahía

Ángeles inocentes

La agresividad del agua ácida originó el arte de las estalactitas. La tóxica agresividad de la soberbia y el poder, exterminio. 

Publicado: 20/03/2022 ·
21:01
· Actualizado: 20/03/2022 · 21:01
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

VISITAR BLOG

Antes de que la humanidad perdiera su pureza, ya lo había hecho el agua. El agua de lluvia al mezclarse y disolver el dióxido de carbono del suelo y la atmósfera, se transformó en un “agua ácida”, agresiva, pero carente de sentimientos, sin odio, rencor o venganza, pero con la constancia de su continuo goteo, llevó a cabo la disolución indirecta del carbonato cálcico de las rocas calizas, dando lugar a una “karstificación” origen de grietas y fracturas, que finalmente condicionaron la formación de cuevas y grutas.

No hay que ir muy lejos de esta salada ínsula para visitar en la pedanía de Maro, la Cueva de la localidad a la que pertenece: Nerja. Cuatro mil quinientos siglos se ha llevado oculta y Dios sabe cuántos millones de años (quizás cinco) precisó para su formación. Los murciélagos y cinco estudiantes que le seguían sus pasos, la descubrieron a la modernidad en Enero de 1959, pero ya antes había sido utilizada como lugar simbólico de habitación o enterramiento unos veinticinco mil años atrás.

Creado o por evolución, el ser humano distrajo pronto su pureza, exponiéndose a perderla y el fruto prohibido fue el terreno predispuesto para que se consumara la caída. Abandonado a su libre albedrío, hombre y mujer comienzan su caminar en la existencia terrena. Ser expulsado y además por desobediencia como los creyentes afirman, trajo como consecuencia el cambio de "marca" de nuestra etiqueta, éramos quizás divinos y pasamos a ser humanos. Pero nuestras cualidades innatas nadie las modificó.

El satisfacer el hambre y el reproducirse son dos objetivos primordiales, que igualan el género humano al resto mundo animal. En un principio el instinto de conservación era el “becerro de oro” a adorar. Pero hombre y mujer se dieron cuenta de algo que muchos siglos después - miles de años - recordaría el poeta sevillano G.A. Bécquer, en una de sus más bellas rimas: En el mar de la duda en que bogo/ni aún se lo que creo/sin embargo estas ansias me dicen/que yo llevo algo/divino aquí dentro.

Así fue. Cazador en principio, único oficio que le permitía el sustento, las inclemencias climáticas y el resguardarse de los peligros de los animales depredadores, hacen que el hombre busque el cobijo que le ofrece la cueva. Es allí, una vez satisfecho su apetito, cuando quiere reunirse con sus semejantes y se hace solidario. Realiza sus apareamientos como respuesta a su instinto sexual y los pequeños comienzan a juguetear en el polvoriento suelo de la gruta. Pero un día se entrecruzan las miradas del hombre y la mujer. La coalición produce un chasquido, el sonido unas notas y el oído de la mujer escucha por primera vez las dos palabras más sublimes y divinas: Te amo. Brota la poesía y el piropo enamorado y tras ello y en pleno éxtasis, el arte que tiene su primera expresión en la pintura.

Las pinturas rupestres de la Cueva de Nerja se consideraron de las más antiguas conocidas, aunque este hecho corrigió posteriormente su data.

Con esta pureza primitiva, salvaje, a pesar de la difícil existencia paleolítica, el ser humano era feliz. Lo que no indicaba que cerrara la puerta del progreso. Y comenzaron a aparecer descubrimientos, tallas de piedras, acceso a los metales, agricultura, etc, Las diferencias hacen su aparición y el más entregado a su labor y más responsable un día con una rama de árbol a modo de vara traza unas líneas en el suelo, sobre ellas coloca piedras y comunica a los demás que aquella parte acotada es solamente suya. La propiedad privada montada en el pedestal del esfuerzo y el trabajo hace su aparición en la tierra, convirtiéndose en el derecho fundamental de las personas. Pero nace con dos enemigos perversos.

La soberbia es creerse o mostrarse superior a los demás, cuando íntimamente sabemos que no lo somos. Vanidad es el creerse o mostrarse superior a los demás porque hay una adulación interesada que nos lo hace creer. Fueron estas las pequeñas ascuas que finalmente quemaron el bosque de los sentimientos. Lo que sí es cierto es que hicieron olvidar aquel “algo divino” que decía el poeta y la injusticia, la tiranía, el dictado al antojo del que tiene el poder, de las leyes, el sometimiento, la esclavitud, las guerras, siempre de causa interesada, el odio la venganza y el desprecio a lo divino, se imponen para siempre. ¡Y se heredan¡ Y en los últimos días tenemos que oír sonidos que ahora hablan de muerte de niños, asesinatos que no tienen ni coartada ni explicación y todo porque hay adultos, gigantes de poder, que les gustan pisar “ángeles indefensos” para mostrar su soberbia y superioridad y porque su vanidad la han engrandecido melifluos con sus palmas y vítores en los parlamentos.  La agresividad del agua ácida originó el arte de las estalactitas. La tóxica agresividad de la soberbia y el poder, exterminio. 

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN