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Notas de un lector

Un camino de sombras

La reciente publicación de “Olvido de la luz” supone un nuevo paso en la consolidación de la obra lírica de Ana Vega Burgos

Publicado: 26/04/2023 ·
10:35
· Actualizado: 26/04/2023 · 10:35
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En la primavera de 2021, vio la luz el segundo poemario de Ana Vega Burgos, “Barras de luna”, galardonado con el premio José Zorrilla. Al hilo de su publicación, dejé anotado que bajo el candor y el calor de sus protagonistas y escenarios, asomaba una poesía intensa, que fluía con la serena sabiduría de quien va desgranando de manera solidaria los soles y las sombras, las pasiones y los desencantos de lo humano, y que era capaz de ahondar en las esquinas del alma y desentrañar con lírico verbo lo imperceptible y lo diáfano.

Aquel mismo año, la autora cordobesa editó “Pénélope a la orilla de la noche”, premio Carmen Merchán y, en 2022, “La geisha despintada”, premio Salvador Rueda, un libro en el que la certeza denotativa de su decir derivaba en una atractiva sugestión de imágenes con los múltiples rostros de lo amatorio.

La reciente publicación de “Olvido de la luz” (Renacimiento. Sevilla, 2023) -premio Juana Castro- supone un nuevo paso en la consolidación de una obra lírica que va creciendo de forma sólida y madurada.

Desde su dedicatoria, “A mi madre (…) que contaba su guerra y me enseñó a dolerme en piel propia del sentir ajeno”, Ana Vega Burgos plantea un íntimo mapa de vivencias y sentimientos que traza en su cartografía una clara línea antibelicista. El ayer sigue manchado de sangre y desamparo, de ausencia y de tristura, y la acordanza no cede y los recuerdos no amainan: “Un día llegó la guerra y te marchaste/ y yo no comprendí que te siguiera amando/ porque había guerra, ¿entiendes?, y en tu boca/ tendrían sabor a despiedad los besos/ y tu saliva se haría espuma como el hocico/ de los perros rabiosos”.

Dividido en tres apartados “Ciudades de ojos tristes”, “Memorias del silencio” y “Donde habite el olvido”, el volumen converge en la búsqueda de una alianza más humana, en donde lo empírico constate un aprendizaje que sirva para no retornar a ingratos territorios de desolación. Lo vívido y lo vivido son piedra angular para mirar hacia un futuro donde alzar la copa de la paz y estrechar los lazos que aunaran e hicieran de la existencia hogar común. Y qué mejor que la palabra, el verso puro, paratornarlo anclaje y esperanza, lumbre y guía de un itinerario que valide un presente y un mañana solidarios: “Un camino de sombras se extiende ante mis ojos./ No importa, hay un motivo por el que estar contenta:/ no acunaré en mi seno/ para un Estado ávido de carne de cañones./ No pariré soldados”.

Tiempo, amor y muerte abrochan, a su vez, un bello compendio de poemas, una sugestiva declaración de intenciones,en donde late un yo lírico que quiere mudar su piel, renombrar las deshoras del dolor y encender la llama que disuelva los duelos de la desolación: “Al volver, cuando vuelva,/ las luces de la casa de la esquina/ brillarán como dátiles bajo el sol de septiembre,/ y saltará mi corazón al verlas./ Y, otra vez, como antaño, en la que fue mi calle/ resonará mi risa”.

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