Primavera de 1968

Publicado: 21/07/2024
Autor

Francisco Fernández Frías

Miembro fundador de la AA.CC. Componente de la Tertulia Cultural La clave. Autor del libro La primavera ansiada y de numerosos relatos y artículos difundidos en distintos medios

Desde el campanario

Artículos de opinión con intención de no molestar. Perdón si no lo consigo

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Lo nuestro era andar descalzos, vivir en cuclillas y morir de viejos
Andábamos los quinceañeros mendigando pezones prohibidos bajo el proyector del cine Madariaga, cuando las raíces incipientes de los rosales primaverales reventaban los cimientos de la torre Eiffel buscando aire oxigenado en el maltrecho pulmón de las libertades. Francia, siempre Francia. Bohemia. Inconformista. Reformadora. Revolucionaria Francia. Erguían provocadores los badajos de nuestros pantalones acampanados entre guateques de azoteas, demandando carne lozana en el bufé sexual de la represión, mientras en París, Salvatore Quasimodo desde las gárgolas de Notre Dame, trataba de trocar el guión de Víctor Hugo para regalarle a su tocayo jorobado el amor imposible de Esmeralda la gitana, antes de abandonar el mundo en su Italia bellísima. Abajo, en la Íle de la Cité, el Sena se retorcía de dolor mientras los pintores bisoños perpetuaban la estampa en sus paletas de acuarelas al claroscuro. Era mayo. Mayo francés. Mayo de París. Mayo del 68. París, siempre París. Rebelde. Innovador. Trascendente. Amotinado París.

Por aquí, desde la fresca penumbra de las casapuertas en horas quietas de levante inquieto, nuestra Isla salinera levitaba en su letargo, percibiendo desde los Campos Elíseos el eco tenue del bramido juvenil clamando el óbito de la opresión. Aquel año los estertores de enero parieron en Madrid a Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, heredero de la holgura monárquica. Se iniciaba el Segundo Plan de Desarrollo ¡como si hubiera habido un Primero! El La, la, la se vistió de gala en Eurovisión para gustazo del inquilino de El Pardo que vio en el bendito éxito, un armónico tapabocas que utilizar hasta el comienzo de una nueva Liga. Pan y Circo. Massiel y fútbol. Gabino Moral, 14 en la quiniela. 30 millones de aquellos para un agricultor de 18 años. A golpe de llamador y humo de incienso en el camino, XXV años de Paz celebrados bajo palio tocado de gorras de plato, peinetas y bonetes. Éxodo campesino. Maletas de cartón hacia Europa Mundo Nuevo. ¡Ojo! ¡con papeles, eh! Limosneo y propinas. Aguinaldos rastreros. El repartidor, el basurero, el cartero les desean Felices Pascuas. Linimento Sloan contra los golpes de la inofensiva autoridad del Régimen. Operación Plus Ultra: 16 niños modelo de aquellos niños que eran verdaderos niños. Fórmula V Tengo tu amor, horterada patria auténtica sin influencias yanquis ni anglosajonas. Mariano Haro, plusmarquista nacional de atletismo que no ganó nada en Europa, pero mitificó gloriosamente la figura del macho ibérico. Barberías oliendo a Floid. Tergal para no planchar. Chicle Bazoka y Bienvenido mister Marshall. Calmante Vitaminado para los retortijones de tripa vacía. Matías Prat voz balsámica. Pastillas de Avecrém,  cubitos de progreso y negritos del África Tropical cultivando el Cola-Cao para persuadirnos de que siempre hay gente que lo pasa peor. En cabecera propagandística varias sentencias lapidarias acaudillaban nuestra ignorancia. Viva Cristo Rey. La familia que reza unida permanece unida. Una, Grande y Libre. Pero sobre todas estas locuciones estafadoras prevalecía otra. Tres palabras para difundir laudatoriamente lo que en realidad era una expresión real de nuestra desigualdad con Europa: Spain is different. Naturalmente que España era diferente. El librepensamiento exiliado allende nuestras fronteras fue testigo de ello. Allí mismo. Síi, en París. En mayo de 1968. Allá donde no había mordazas ni casacas grises a la voz de ¡carguen! Casacas en parejas de a cien unidades que desbarataron cualquier conato de solidaridad con la revuelta franchute, llenando de verdugones profilácticos entre Alcalá y Gran Vía, la piel de aquellos españoles atrevidos, que ese día entendieron para siempre el verdadero significado del Spain is different.

Aquel 1968 asesinaron a Martin Luther King y a Robert Kennedy. España perdía Guinea, Fernando Poo y Río Muni. Su Santidad Pablo VI condenaba los anticonceptivos, pero no financiaba la crianza de los hijos. Hubo otra Primavera en Praga. Ardía un infierno en Vietnam y Europa hervía como un caldero indigesto. Mientras, por la acera de los tramposos, los chavales de La Isla jugábamos al billar en Las camelias practicando a tres bandas la Paciencia el Temor y el Silencio establecidos por los galones dominantes. Tranquilo don Francisco. Todo va bien. Respeto, orden y paz. Nos educaron en ello. A la sumisión. A la castidad cenobial. A los preceptos de dios. Al beso en la sotana. Al brazo alzado. Al sigilo y la discreción. Al kyrie eleison señor ten piedad ¿De quién?

Ir a la calle a gritar libertad eran prácticas satánicas penadas con la oscuridad de las tinieblas. Esas rebeliones eran aberraciones de los europeos subversivos. Lo nuestro era andar descalzos, vivir en cuclillas y morir de viejos.

1968. Beatles Álbum blanco principio del fin. Nos quedamos con las ganas de florecer en ese mayo revoltoso junto a Dani el rojo y Jean Paul Sartre en algún pincel de Montparnasse. ¡Qué le vamos a hacer! Hubo que demorar siete años más aquella primavera de París. Pero el tiempo pasó y desde entonces podemos expresar libremente nuestros pensamientos al igual que lo hacían los europeos sediciosos cuarenta años atrás.  La espera valió la pena.

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