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Desde mi azotea

La simbiosis de la pobreza (el voluntariado) y (II)

El voluntariado lo componen personas que desinteresadamente dedican su tiempo, su trabajo y sus esfuerzos a una causa humanitaria común

Publicado: 29/12/2024 ·
15:12
· Actualizado: 29/12/2024 · 15:13
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Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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De los pobres, sabemos todo: en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen.

Solo nos falta saber por qué los pobres son pobres.

¿Será porque su desnudez nos viste y su hambre nos da de comer?” Eduardo Galeano

Dedico este tercer y último artículo al voluntariado, al que presta desinteresadamente su tiempo en favor de los desfavorecidos. Cuando hablamos de Sinhogarismo nos referimos a un fenómeno diverso y heterogéneo cuyo rasgo común es la pobreza extrema. Personas que viven en la calle, en los parques, en garajes, trasteros, naves abandonadas, locales comerciales, pisos pateros, casas abandonadas, etc. En San Fernando hay un número indeterminado de personas en esa situación, difícil de cuantificar debido a su continua movilidad.

El voluntariado lo componen personas que desinteresadamente dedican su tiempo, su trabajo y sus esfuerzos a una causa humanitaria común organizados en asociaciones o instituciones altruistas y/o benéficas. En la atención al fenómeno del Sinhogarismo los esfuerzos van encaminados a paliar los problemas de vivir en situaciones de calle o de infravivienda. En San Fernando existen tres asociaciones dedicadas a la atención de personas en situación de calle.  “Calor en la Noche”, dedicada a atender por las noches a las personas que duermen en la calle, la asociación del “Pan Nuestro” y la asociación de “Personas sin Hogar con Derechos” PsHcD, dedicada a atender sus necesidades administrativas, sanitarias y legales.

Para entender las funciones del voluntariado dedicado a las personas sin hogar y desarrollar su papel con eficacia hay que conocer al tipo de población a la que se atiende. Las personas que viven en la calle pueden llegar a esa forma de vida por muchas razones: pérdidas de trabajo, desahucios, adicciones, separaciones matrimoniales, fracturas familiares, enfermedades, etc. Estas personas se sienten discriminadas y desatendidas y desarrollan una especial desconfianza y agresividad hacia un mundo que consideran les ha abandonado. La mayoría son o se hacen adictos a diversas sustancias, especialmente al alcohol y a las Benzodiacepinas. Muchos desarrollan problemas de salud mental o agravan los que ya tenían antes, tienen continuos problemas con la justicia, viven aislados de todos y de todo, tienen un falso sentido de la amistad con sus iguales, rara vez se acercan al sistema sanitario si no es a través de los servicios de urgencias y pierden la capacidad de relacionarse con las instituciones públicas. La violencia y el maltrato son habituales, especialmente en las mujeres, donde casi todos los conflictos interpersonales se resuelven con peleas y violencia.

El voluntariado que dedica su trabajo a este perfil de personas debe tener claro varios conceptos: Las personas no viven en la calle porque quieren. Han llegado a ella arrastrados por circunstancias que no han podido o no han sabido gestionar. El deterioro progresivo les obliga a una adaptación a esa situación que les dificulta la reinserción social y pierden la capacidad de valorar el dinero y las propiedades materiales como lo hacemos los demás. El uso que suelen hacer del dinero que reciben de retribuciones públicas como pensiones, ingreso mínimo vital o pagas diversas suelen hacerlo para satisfacer sus adicciones.

Las personas que viven en la calle miran al mundo con exigencia y desconfianza. Desde el voluntariado es difícil establecer una relación normalizada sin que medie un interés personal por su parte. “Tengo una necesidad que cubrir y tú tienes la obligación de satisfacerla”. No hay soluciones rápidas ni a corto plazo. Desde la asociación de Personas sin Hogar se resuelven problemas administrativos, legales o sanitarios que consiguen pequeñas mejoras en la calidad de vida de las personas sin hogar.

Hay una pata dentro del sistema que no funciona todo lo bien que debía. Y es la Administración. Los recursos públicos que existen están enfocados a la emergencia, dirigidos a resolver lo inmediato, lo urgente, es decir, cuando ya existe la situación de calle. Y a la vez no garantizan los derechos básicos como son la seguridad, la intimidad, la propiedad, etc. Ninguno garantiza el reingreso en la sociedad. El ejemplo son los centros de acogida como es el albergue de San Vicente. Es un centro privado con financiación pública de estancias temporales en función de las situaciones personales. Con reglas, normas y horarios muchas veces incompatibles con los deseos y las necesidades de sus eventuales usuarios.

Otro recurso disponible es el centro de mayores de larga estancia de Vitalia de gestión municipal utilizado para personas mayores en situaciones extremas de exclusión social donde la colaboración entre la asociación de Personas sin Hogar y los servicios municipales suele funcionar con bastante eficacia. En resumidas cuentas, el voluntariado de todas las asociaciones que trabajan con las personas Sinhogarismo desarrolla una gran labor que a veces se ven en dificultades por la falta de apoyo institucional y que lo suplen con los medios que tienen a su alcance. Debemos estar orgullosos de todos ellos.

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