No podemos estar pendientes siempre de todo. No es sabio querer tenerlo todo bajo control. Como si estar un momento sin hacer nada nos suponga que ya nos creemos menos importantes, que nos van a perder la consideración que nos tienen (en el caso de que nos tengan alguna), o simplemente, se habrá escapado un pedazo de tiempo sin que lo hallamos rellenado con nada.
Pero, ¿es perder el tiempo una buena conversación? ¿Lo es saborear con los ojos cerrados un buen vino, escuchar con atención aquella canción que hace tanto tiempo que no reparábamos en lo buena que es, jugar un rato con cualquier pequeño que está en el parque sin compañero para dar unas patadas a un balón? O simplemente, dejarse arrastrar por unos buenos recuerdos, que nos hagan tomar conciencia de todo lo que vale el presente. Intentar recordar cada detalle de ese último sueño que se nos quedó vagando entre la vigilia y el despertar, o mirar el sol que se guarda sin prisas hasta el próximo día. Nos educan en la inmediatez de las cosas, hacemos ricos a los mercaderes de las Nuevas Tecnologías, los mercachifles de lo último y lo más inmediato por encima de todo y antes que el de al lado, pero sin el de al lado, con el que compartirlo, finalmente, no sirve de nada. Nos parece más importante quien nos ilumina de pronto, que mantenernos fiel a quien de verdad sabe donde están nuestras virtudes y donde nuestros defectos. Es posible que sea la obsesión por vencer el paso del tiempo, por no claudicar ante la última realidad que es esa que nos lleva para siempre, y sin que se lo hayamos pedido, esté en el ADN que nos hace comportarnos como felinos enjaulados, revolviéndonos contra el transcurrir, empujándonos a tomarnos todo con demasiada prisa. ¿Cuánto tiempo hace que no toma a su pareja de la mano y la mira a los ojos largamente para decirle sin palabras lo que la quiere? Si la respuesta que le da le asusta, porque realmente no recuerda
ni cuándo fue la última vez, entonces sí que es verdad que está usted perdiendo mucho tiempo. Demasiado tiempo. Todo el tiempo, Y de nada, de absolutamente de nada le va a valer pues, ir con tantas prisas. Porque siempre llegará tarde y a ninguna parte
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