Ellos, los que abaratan los despidos y los favorecen, los que estrechan la mano a los banqueros y les piden favores mientras con la otra aprietan y ahogan a sus clientes y votantes; ellos, que cambian el discurso según se pierdan o ganen unas elecciones, que dicen una cosa si aspiran al poder y la contraria si ya lo tienen, esos, que son capaces de contradecirse sin contrariarse, de solemnizar opiniones fugaces, de acusar a otros de errores propios y de propiciar los ajenos, de esperarlos, avivarlos y alentarlos para después alegrarse y alargar sus manos hasta el trono y el látigo; ellos, que esperan siempre su oportunidad agazapados tras la desgracia colectiva, que buscan su heroísmo en la catástrofe, que aprovechan la crisis para aplicar su ideología medida tras medida, lamentándose puertas afuera, relamiéndose puertas adentro, esos, que cargan de furia las porras de nuestra policía y les dan rienda suelta por si alguien se queja demasiado y otros le siguen; ellos, que recortan siempre por abajo, a ras de suelo, mientras amplían sus vistas hacia el infinito de su avaricia y tontería.
Ellos, que legislan pensando en su billetera o en las cuentas de sus poderosos amigos y que ahorran siempre en todo aquello que no les afecta y casi repudian, que son capaces de dejar sin cama a los enfermos y de concederles hasta el despido si reinciden, esos, que no dudan en liberar a cualquier empresa o entidad bancaria de cualquier cargo o responsabilidad por su mala gestión, de condonar sus deudas o pagárselas y que a la vez deniegan la única salida digna a tantas familias con problemas y rechazan la dación en pago en el congreso, doblando así la deuda y el desánimo de su pueblo; ellos, que han plagado una reforma laboral de minas anti-persona, que no les importa retroceder a un pasado equivocado mientras eso les lleve al futuro que ansían y a las influencias que negocian, esos, que de sus programas sólo esperan sacar votos y ningún compromiso, que en campaña prometen generosamente sabiendo de antemano que no van a cumplir con lo que dicen, esos, tan acostumbrados a la mentira que mienten hasta para decir la verdad, que simulan ante las urnas capacidad y luego fingen durante su mandato estar maniatados por la realidad, esos, que sólo parecen sensatos antes de las elecciones y luego si las pierden. Ellos, esos, nos hablan ahora de violencia estructural como si se tratase de algo nuevo y les fuera ajeno.
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