Es cierto que los españoles leemos poco en comparación con los habitantes del centro, norte y el oeste europeo, lo que va relacionado con la economía de un país y la formación cultural de sus individuos.
En España estamos comenzando a despegar después de los cuarenta años de dictadura, que se notan todavía las secuelas de esos tiempos y también de los anteriores, que había muchos niños sin escolarizar y por lo tanto bastantes individuos analfabetos por circunstancias económicas y políticas. Y ahora, que se ha evolucionado considerablemente, la mayoría de las personas, sobre todo las mayores, encuentran más placer en ver la televisión en sus programas denominados basura, en donde entran los seriales españoles y extranjeros, demasiados concursos y espacios rosas o del colorín, que a veces resultan deprimentes.
Y cuando se dice que una imagen vale por mil palabras, muchas veces no resulta cierto, puesto que depende de quienes vean esas imágenes, el grado de captación, reflexión y deducción que tengan, ya que pueden ser tergiversadas en los conceptos principales, pero cuando se lee una novela bien sea histórica o de ficción realista, en la que el argumento sea bueno, el lector no tiene que hacer muchos esfuerzos para que le resulte comprensible, porque van pasando por sus ojos y por su mente las secuencias lógicas a un argumento determinado, percibiéndose el comportamiento de cada uno de sus personajes como lo ha concebido y quiere que sea el escritor, y se va avanzando hacia un final donde ante una trama bien llevada hace que el lector se integre interesándose y a la vez emocionándose por lo que allí está sucediendo.
Cada lector asiduo de novelas tenemos nuestros escritores favoritos. A mí entre los españoles y extranjero hay unos seis o siete que los tengo como preferidos, aunque a veces leyendo a otros autores me encuentre con sorpresas, en la manera de narrar sus argumentos, al no esperar de ellos esas valoraciones, pero que, por el contrario, también hay otros con cierta fama que me suelen desilusionar, no sabiendo si es deficiente sólo en esa determinada novela o en la mayoría de su obra literaria.
Lo que sí es cierto es que para leer una novela y enterarse bien del argumento, hay que destinarle un tiempo tranquilo y que no pasen más de tres o cuatro días en terminarla, para así tenerlo todo lo mejor hilvanado, sacando después las conclusiones pertinentes, ya que hay novelas de un estupendo planteamiento y magnífica descriptiva que se van desinflando a medida que se avanza en la lectura, y pudiera ser porque al escritor se le diese prisa para su entrega en la editorial, llegase a unas situaciones de las cuales no supiese salir con facilidad, o porque en esos días no tuviese la mente ni los sentimientos suficientemente claros para una buena concepción del argumento.
Y de eso se dan cuentan los mismos autores cuando después de cierto tiempo las leen, que llega a fastidiarles que no hubiesen encontrado las secuencias más acertadas cuando las escribían, lo que le suele pasar a bastantes escritores. Pero las cosas son así, ya que las prisas nunca fueron buenas consejeras, por lo que una novela antes de enviarla a la editorial correspondiente, debería reposar en un cajón de la mesa del escritor por lo menos de seis meses a un año, por poner un determinado tiempo, que entonces se verían con más claridad y precisión ciertos detalles que fuesen necesarios corregirlos o darles más valor. De todas formas yo aconsejo que se lea con cierta frecuencia, porque nuestra mente no capta lo mismo los argumentos en una película que en la descripción del narrador, no solamente por ser más precisos, sino porque la lógica de las secuencias lleva a una mejor comprensión. Y es notorio que una novela en la mano de cualquier persona, ya va indicando que tiene buena formación cultural, y no siempre cuando tiene una estantería llena de libros, que puede que la mayoría estén todavía sin abrir.