Según Jean Luc Nancy, no es correcto decir “paisaje urbano”, pues el paisaje es una totalidad y la ciudad nunca se nos presenta del todo a la vez. Al pasar de una calle a otra, mientras una realidad se cierra, otra se abre. Esto lo intuye tanto paseante impenitente y lo busca de una a otra parte.
Nuestro paseo diario navega contra un doble fondo. La luz que pone el cielo sobre esta ciudad, redunda sobre el mar, y nos inunda con un azul cambiante. Esto sucede un día y otro, quizá por eso Málaga descuide sus presentaciones aburrida ante la diaria explosión de colores que supone ver salir y ponerse el sol junto al mar.
Pero aun distante del mar y de sus amaneceres, la ciudad también se entona y no hablo de animadores, chirigotas o juergas. Basta con asomarse, una y otra vez, a la misma esquina. Por sorpresa, la ciudad torna de una tonalidad a otra,sin previo aviso ni anuncio municipal. A las variaciones de fondo azul, ya sea en gris marengo o turquesa, se suman colores impensables. Entre mayo y junio, avistamos desde impensables ángulos inesperados regalos.
Desde un país plantado a bandas como Holanda, todos los años se fletan kilométricas rayas de colores. Con ellas, los clásicos como Madrid y Barcelona alfombran las sufridas medianas de sus avenidas. En nuestra ciudad, anónimos jardineros suplieron la ausencia de planificadores. Aquí y allí muros de piedra se deshacen en haces morados o rojos. También podemos sorprendernos bajo nubes luminosas al caminar por algunas aceras.
Añiles, morados o violetas, se suspenden sobre los árboles y construyen una urbanidad colorida y efímera. Toman la plaza de los Monos, también la de la Merced y desde su centro como claraboyas difuminan una luz azulada. Por delante de los Jardines de Puerta Oscura, construyen una mirada velada desde el parque hacia la montaña, distancian así la Alcazaba y la hacen más misteriosa. Anoto también que junto a la calle Hilera puede haber cien calles más que por estas fechas visten de color sus grises aceras.
No sé quien las trajo de América a este mediterráneo edificado. “Chapeau” por el jardinero. Son luces inesperadas que sorprenden a la propia primavera. Ponen color a pinceladas, dónde otros ponen verde para hacer sombra. En nuestras calles hay árboles que juegan con nuestra mirada y nos regalan…. Son Jacarandas.