El jardín de Bomarzo

Entregarse o saltar

La historia democrática reciente demuestra que el electorado tiene memoria pez para casi todo, pero jamás perdona el ridículo

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"Bueno, no estamos en el fin del mundo pero desde aquí se ve...". Thelma & Louise.

Lo único que no se puede hacer en política es el ridículo. La historia democrática reciente demuestra que el electorado tiene memoria pez para casi todo, perdona con sorprendente rapidez cuestiones mayores como la corrupción, el incumplimiento de promesas por muy recientes que éstas se hayan hecho, los pactos de gobierno antinaturales y vuelve, una y otra vez, a votar al mismo amparado en qué hacer si de todos "es el menos malo"; pero jamás perdona el ridículo porque nadie sigue a quien lo hace. Este PSOE que ahora acosa a Sánchez es el mismo que no hace mucho le puso el circo, le montó la lona, alimentó las fieras, vendió las entradas, consumó el espectáculo hasta que ha visto que cada día acude menos público y, claro, mata a quien desgraciadamente para él está rompiendo en payaso triste. Todas las soluciones para el PSOE representan algo así como el espíritu de Thelma y Louise, aquella maravillosa película de Ridley Scott y su apoteósico final cuando ambas se encuentran entre la policía y el abismo. ¿Entregarse o saltar? Elegir entre lo malo y lo peor.

Malo porque aunque resulte impensable a día de hoy que se produzcan terceras elecciones con un PSOE roto por la mitad y en cuya piscina electoral todos irían a pescar, el primero un Pablo Iglesias que se relame de gusto porque ha ayudado a llevar a este abismo a su oponente de orilla, puede ser peor si el enrocamiento de Sánchez le lleva a permanecer en el centro de la pista y forzar los tiempos para ganar el pulso orgánico, quedarse con el sello de mando que le otorga el liderazgo del partido y, quién sabe, optar de nuevo como candidato si se mantiene en el "no es no" . A nadie extrañe que todo termine en el juzgado; sea de un modo o de otro, el PSOE afronta un negro abismo del que le costará mucho recomponerse porque con esta aguerrida ruptura pública se ha cargado de un plumazo el principio de confianza y calma que el elector pide a un partido para que le gobierne.

Es malo porque este año de incertidumbre demuestra que el bipartidismo era mejor y la grieta del socialismo, fraguada no de ahora sino durante años desde Almunia a hoy en guerras internas por el poder, como ahora, y no en la búsqueda de un posicionamiento firme ideológico sino, esencialmente, electoral, es muy, muy profunda. No se soluciona con el cambio de liderazgo como otras veces se ha intentando con traspasos: Zapatero-Rubalcaba-Sánchez; pero puede ser peor porque el PSOE está perdiendo la posición de referencia en la izquierda a manos de Podemos, ha perdido las nuevas generaciones para decaer hacia un partido menor y el PP, ese mismo PP salpicado por tantos casos de corrupción, se presenta hoy como única solución salvadora para el país. Firme en la unidad nacional, espectador destacado de la crisis de su oponente de la cual sacará rendimiento, quizás, para mucho tiempo.

Es malo porque a día de hoy resulta imposible medir las consecuencias políticas de este embrollo. A Pedro Sánchez le van a intentar sacar a escobazos, lo normal es que una gestora se haga con las riendas hasta que se celebre congreso extraordinario y, de él, nazca un nuevo secretario general, que a todas luces parece que será una Susana Díaz que continúa amagando sin dar, manda a sus huestes por delante como Pradas o Pérez para asaltar el poder y al tiempo mantiene un discurso de unidad y calma como hizo en el comité director del jueves. Que Díaz ha ejercido acoso y derribo a Sánchez desde el principio no es nuevo para nadie, de hecho ni tan siquiera le dio los primeros cien días de cortesía, lo cual la sitúa en la obligación de adjudicarse el problema que hoy representa el sillón magno de Ferraz. Gestora, abstención para que el PP forme gobierno, congreso extraordinario posterior para salir electa como secretaria general, relevo en la secretaría general de Andalucía manteniéndose en la presidencia de la Junta unos años y tiempo para darse a conocer en España porque para nada cala igual su discurso en Triana o Aracena que en Huesca es la secuencia ideal que persigue, conducida siempre en este trayecto por su cercano Máximo Díaz Cano, secretario general de Presidencia y artífice de toda la estrategia política de Díaz en su acoso a Madrid. Pero puede ser peor porque, se quiera o no, Andalucía pagará precio, de hecho aunque el macutazo en Airbus del pasado martes de "estaré donde la militancia me ponga" se revistiera de aires de gestión con el ITI de fondo a nadie se le escapa que el día a día en esta tierra hoy está exclusivamente en clave orgánica y para nada en la gestión que la comunidad necesita para aliviar el fuerte desempleo, generar riqueza y confianza a posibles inversores.

Es malo porque aunque a nivel local resulta evidente que manda la fuerza del candidato, solo la marca PSOE pone unos miles de votos sea quien sea el que aparezca en el cartel y la debilidad de la misma por todo esto alimentará a otras alternativas, más radicales y/o populistas, enfangando, más si cabe, la difícil situación de la maltrecha administración local. Lo peor ha sido que este PSOE no ha sabido identificar a tiempo quién era su enemigo y quién su adversario; el primero es Podemos, a quien ha alimentado invistiéndolo en gobiernos locales o apoyándose en él para conseguirlos, alimentándolo hasta llevarle al punto donde está y que es a un paso de quedarse con su sitio en la izquierda. Y su adversario es el PP, a quien necesita para retroalimentarse, para posicionarse ideológicamente ante el elector en cuestiones laborales, económicas o sociales. El PSOE lleva años manteniendo un discurso para según quién le escuche y el que quiere jugar a todo termina por no jugar a nada.

En definitiva, el PSOE se desangra en público en la mayor crisis política reconocida de la historia reciente y lo hace, además, fruto de la mediocridad de parte de sus líderes, nada que ver con otros de otros tiempos de cuya talla y altura ahora se echa en falta. Pero de todo, que es mucho y de hecho la cosa está para montar un ambigú frente a Ferraz y forrarse vendiendo palomitas y refrescos, lo que más sorprende es esta huida hacia ninguna parte de un Pedro Sánchez que, aún acosado desde dentro, no ha hecho otra cosa más que perder elecciones una detrás de otra y, a pesar de ello y de la dimisión en bloque de la  mayoría de su ejecutiva, se obstina en hundir con él a este partido necesario e histórico conduciéndole al negro abismo antes que dejarse atrapar. ¿Entregarse o saltar? Quizás y como le dijo Thelma a Louise: "Si le has volado la tapa de los sesos a un tipo con los pantalones abajo, Texas no es el lugar donde quieres que te agarren...".Pues eso, a saltar.

Bomarzo

bomarzo@publicacionesdelsur.net

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