No fue Gutemberg quien inventó la imprenta. La historia de los hechos no puede anular el comienzo de la misma en China, con la dinastía Song (960). Dejando atrás mucha historia secreta y de impostura, Gutemberg lo que hizo fue aunar los conocimientos existentes hasta su época y como buen herrero y mejor tipógrafo, cambiar los móviles de madera por móviles metálicoss.
¡Y el milagro se hizo¡ Las manos de los monjes copistas comenzaron su irreversible descanso y el libro adquiere la cualidad base de su existencia: la comunicación entre todos los seres humanos. Y lo primero que hizo fue ofrecernos "el libro sagrado" por antonomasia, la Biblia de cuarenta y dos lineas.-
El libro, cuya fiesta en estos días celebramos, podríamos decir que se vistió de largo a partir de aquel momento y lo hizo como la hiedra en el muro, cubriendo todo esbozo de conocimiento o cultura, que siempre quedaba aprisionada, tiernamente entre su pastas. Impuso su ley y nunca hubo norma o pragmática de carácter más democrático. El libro era igual para todos y la desigualdad del ser humano, le daba la excelencia, según lo tratara como adorno de su sala de estar o como rey idolatrado del amplio salón de su inteligencia.
Sea de una forma o de otra y dejando entre ambos polos, un abanico de amplias y coloridas varillas históricas y creativas, a lo largo de unos cinco siglos, hasta la mitad del siglo XX, para ser más exactos, su existencia pasa a ser un dogma de perdurabilidad. Sus autores son precisos pero secundarios, porque su poder abstracto rebasa la concreta finitud individual humana. No existe el libro sin mano, estudio y creatividad humana, pero todas estas cualidades fuera del libro acaban pereciendo, al erosionarse de modo progresivo en la otra vía de comunicación: la tradición oral.
Todo el mundo de modo unisono admitió la eternidad del libro. Sobrepasaría la existencia de todo ser viviente, recto y con su traje empolvado, en las estanterías. No le hizo falta ministerio, para adquirir su propia vivienda: la biblioteca, aunque al final como siempre la "vida oficial" se hiciera dueña de la mayor parte de estos edificios, recortando quizás la libertad de comunicación, aunque decía " lo hacia en mor a su conservación".
¡Nadie es imprescindible¡ Se puede prescindir de todo lo que materia en esta vida, porque a pesar de tanto avance y tanto relativismo, lo impedecedero hasta ahora, es el espíritu y el libro que había comenzado a ocupar espacios enormes de superficie y volumen, empieza a sufrir la crisis de falta éste en los hogares, y la crítica de los ecologistas por lo que la elaboración de su papel es para una vida mas natural.
Siglo XXI ¡quién lo iba a pensar¡, el libro tradicional comienza a sentir en su seno, la mano trágica que lo extinguirá y como momia de sarcófago, duro y frío, acabará sus días en las salas de los museos, donde asombroso numero de turistas, masas de curiosidades superficiales para contar en "barras de bar" o "mercado de abastos" mirarán con asombro y dejarán en el aire, las frases de siempre: "hay que ver lo primitivo y rancio que era el hombre de los siglos pasados. No se comprende cómo podían estudiar y leer, cargando con el peso que estos volúmenes suponen. Esa corriente demoledora, nacida bajo el barbo del Visor de libros o libro virtual y los avances tecnológicos, que permiten no solo llevar un libro en un espacio minúsculo, sino la mayor de las bibliotecas, ya se otea con toda claridad en el horizonte y llegan sus sonidos a nuestros oídos, con el grito de "la imprenta de Gutemberg, ha muerto. Viva el libro electrónico y las tecnologías de la información".
Pero yo nunca podré prescindir de recordar en los momentos más felices y románticos de mi vida aquel libro de poesía carcomido, de su roce con tanta huella humana, donde versos como éstos,
Hoy los cielos y la tierra me sonríen/hoy llega al fondo de mi alma el sol/hoy la he visto, la he visto y me ha mirado/hoy creo en Dios, producían un éxtasis inimaginable.