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Curioso Empedernido

Rencores y frustraciones

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La política quedaría reducida a un puro marketing del posar y sonreír, si detrás no hubiera ideas y convicciones, pluralidad y compromiso para intentar cambiar la sociedad. Hay quienes sin embargo se instalan en el rencor que alimenta la frustración y este inevitablemente justifica el creciente consumo de aquel.

Cuando esto ocurre, nuestros políticos se quedan anclados en el pasado, y son incapaces de arrancar desde el presente proyectos para el futuro. Sólo se lamentan y justifican en lo mal que se lo han dejando quienes le han precedido, pero no nos aportan soluciones ni nos insuflan ilusiones sobre como superar las dificultades.
Regocijarse en los propios méritos o satanizar permanentemente al adversario, nos lleva entre la exaltación o la denigración, caminos que no conducen a ninguna meta, salvo a conseguir un titular un día, que le producirá más dolores de cabeza que beneficios.


Tal vez, nuestras mujeres y hombres públicos, deberían convencerse que si quieren que su mensaje sea comprensible e inteligible para todos y todas, han de superar las fórmulas convencionales de aparición.
Han de ser más atrevidos y creativos, utilizando tanto en sus mensajes como en sus formas, fórmulas innovadoras que no estén tan pendientes del contrincante político y presten más atención al ciudadano y ciudadana, con más frescura, más actualidad, más credibilidad y más diferenciación de las otras formaciones.
Lejos de cualquier rencor y frustración, hemos de convencer a quienes nos escuchen que el hecho político, es algo positivo, que no se trata de crearles a la ciudadanía más problemas de los que ya tienen con nuestro lenguaje, nuestras posiciones y nuestras miserables luchas por el poder.

Quienes aspiran a representar a sus vecinos y vecinas, han de convencerse que más que discursos a la gente le convencen los recursos, que más que pompas y boatos, agradecen el respeto y el reconocimiento, que más que anunciar puestos de trabajo, les alegra que los creemos.

No les gusta que perdamos su tiempo en hablar de estructuras, y nos exigen que mejoremos sus infraestructuras. Están cansados que les hablemos de participación y prefieren que les demos protagonismo en la toma de decisiones que les afectan.

Hablar menos de lo próximo y practicar más la cercanía, que sus políticos sean más personas y menos figurines, que tengan opiniones propias y no se dediquen a imitar miméticamente a sus líderes, como si fueran un loro de repetición o una vulgar fotocopia.

Que pongan todo su empeño en seducirles y se identifiquen emocionalmente con quienes dicen defender. No caigan en al tentación de rodearse de los más inútiles que son doctores de la chapuza, sino escojan un buen equipo, a ser posibles que sean mucho más brillantes que ellos.

No podemos pretender que todos nuestros representantes sean los mejores en todo, pero hemos de empeñarnos en escoger a los más idóneos para cada momento, que sean capaces de tener un conocimiento apropiado de los problemas de los ciudadanos y ciudadanas y una buena capacidad de respuesta ante las necesidades y demandas que le planteen.

Deben procurar estar en todos los sitios en los que sean necesarios, pero su presencia no puede ser pasiva, llenando todo el espacio en los medios de comunicación, sino activa, de tal manera que la gente de la calle le sienta como un verdadero líder no como un monigote que sólo acude a hacerse la foto.

Como dice la canción, quienes votamos, no somos tontos y sabemos lo que queremos, y es preciso que quien desee obtener nuestro respaldo tenga carácter, inquietud por nuestras cosas y capacidad de iniciativa, además de luchar por encima de todo por los intereses de nuestra ciudad y saber estar en todo momento a nuestra disposición, procurando ser oportuno y no un estorbo, sino es así, en lugar de sembrar confianza y esperanza, sólo provocará rencor y frustración.

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