Dedicado a las mujeres artesanas cofrades

Publicado: 08/10/2009
El día 24 de septiembre pasado estaba hablando Bono en el Real Teatro de las Cortes. El silencio se podía cortar con un cuchillo. Todo el mundo tenía cara de circunstancias y la atención del público estaba centrada en las palabras que salían pausadamente, como habla la gente de arriba, de la boca cargada de zetas del Presidente del Congreso. El marco era bonito y entrañable, las flores preciosas, las caras de los oyentes en su papel.
El Teatro estaba en todo su esplendor. No sé por qué, pero la vista se me fue por detrás de los que acompañaban a Bono en el escenario y, al ver el gran repostero que lucía al fondo presidiendo el acto, mi pensamiento se marchó de golpe a la calle Dolores.
Un día de hace unos cuantos meses este loco fue al taller de esa calle donde su esposa aprende cada viernes cosas de costura. Ya digo por delante que, si mi cerebro carbura como puede en otros temas, en cuestión de trapos el conocimiento que poseo es más bien cortito. Sin embargo al entrar veo que varias mujeres están liadas alrededor de un gran repostero dándole más puntadas que las que necesita el Madrid en su defensa. ¿Qué es esta cosa tan bonita y vistosa? Un repostero. ¿Por qué lo estáis haciendo aquí? Porque el Ayuntamiento nos lo ha encargado a las Asociación Mujeres Artesanas Cofrades para la celebración del Bicentenario de las Cortes de 2010, aunque lo tenemos que tener terminado para el 24 de septiembre de 2009.
Bono seguía hablando y conseguía cautivar al auditorio. Era enorme. No Bono, sino el repostero. Tenía 2,35 m. por 1,50 y estaba enmarcado por un gran galón dorado en un bastidor un poco mayor. Trabajan con una fotocopia ampliada de un escudo de la ciudad de la época de 1810. ¿Cuántas mujeres estáis trabajando en esto? Pues somos 6 mujeres y estamos siendo dirigidas por el profesor Jaime Zaragoza. ¿Cuánto tiempo se va a llevar? Pues aproximadamente unas 240 horas en total. Cortan, perfilan, pegan, cosen, pasan hilos de oro de un lado a otro, van dando puntadas con hilos de plata…La tecnología empleada consta de materiales coloristas y de manos habilidosas. Me explican. Este escudo se divide en tres zonas: la corona, la simbología y el puente Zuazo. La corona va en damasco rojo con lentejuelas y perlas. En el centro aparece la mitológica diosa Cibeles llevando sobre sus hombros una capa de la que emergen América y Europa y sobre sus pies un león y un jaguar, todo ello sostenido por un gran Hércules encadenado. Luego, dos columnas con inscripciones en latín de la época. El puente Zuazo queda realzado por cordones de oro que adornan los ladrillos del puente y otros de plata que van dándole vida a las salinas y a sus tajos. Cañones de seda, armamento en telas teñidas…En fin, que era algo digno de ver y contemplar.
Todo esto que estoy diciendo cabe en un folio, pero sería muy extenso explicar el asombroso trabajo que estas mujeres han llevado a cabo sin más ayuda que el coste de los materiales (pagado por el Ayuntamiento) y la habilidad de sus manos. Y como pienso que hay que estar un poco locas para realizar esta bonita labor por La Isla, ya he hablado con el director del manicomio a ver si hay aquí un hueco para ellas. Le he tenido que dar sus nombres para que las tenga en cuenta: María del Carmen Fierro, Mari Velásquez, María del Carmen Molina, Charo Mota, Carmen Pavón y Charo Luque. Mi reconocimiento a todas ellas.
Terminó Bono y siguió un buen aplauso. El discurso pudo haber durado algo más de tres cuartos de hora. ¿Qué aplauso les tendríamos que dar a estas mujeres por esas 240 horas de labor callada y perseverante en ese humilde taller de la calle Dolores? Ahí va el de este loco.

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