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Lo que queda del día

El buen sermón

Mientras lo de Trump, Gobierno y oposición nos conducen hacia otro callejón sin salida como consecuencia del frustrado “decreto ómnibus”.

Publicado: 25/01/2025 ·
14:41
· Actualizado: 25/01/2025 · 14:43
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Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Dijo en una ocasión el papa Francisco que había un gesto que delataba a todos los corruptos: se les ponía cara de “yonofui”. Tendrá que afinar un poco más para definir a tipos como Donald Trump o Elon Musk. Están en una esfera superior, aunque no creo que más cerca de dios.

Trump mira en ocasiones como si estuviera dispuesto a orinarse en la puerta de tu casa mientras dos gorilas te sujetan para que veas como se regocija. Musk ganaría sobrado el casting para hacer de villano en la próxima película de 007 y tampoco tengo dudas de que iría igualmente a la puerta de la casa de cada uno de los que se han dado de baja de X para hacerles un calvo.

No sé qué dirá al respecto el papa Francisco, que, como escribió García Barbeito en su día de Juan Pablo II, no se encuentra ahora “muy católico”, por los achaques de la edad, aunque de cabeza siga sobrado. Por eso mismo, el mundo lo necesita. Escucharlo, digo. Creas o no, sabe lo que dice y sabe conectar con la gente. Y como líder mundial, que también lo es, debe cumplir con esa obligación, de la misma forma que lo ha hecho la obispa anglicana Mariann Edgar Budde en la ceremonia religiosa inaugural del mandato del presidente estadounidense.

La reverenda le vino a decir, mirándole a los ojos, que cómo es posible que quien admitió haber sentido “the providencial hand of a loving god” tras ganar las elecciones, haya dedicado las primeras horas de su mandato a extender el miedo sobre la población migrante -“la mayoría no son criminales, pagan impuestos y son buenos vecinos”- o el colectivo Lgtbi, y a eludir uno de los grandes mandatos de ese dios al que se refirió: “to be mercyful to the stranger”.

A Trump le delató el rostro, que no revelaba vergüenza, sino un profundo desprecio hacia la sermoneadora, y todo lo que deseen imaginar a partir de su propio lenguaje corporal y la leve sonrisa que se le escapó a Melania tras susurrarle algo al oído.  

Como escribió Manuel Rivas, y es inevitable recordar cada vez más, “el antiguo testamento es el mundo en el que vivimos ahora”. Basta con echar un vistazo a los telediarios: Ucrania, Gaza, Irán -donde esta semana el Gobierno ha autorizado los matrimonios con niñas desde los 9 años-, las dos Coreas, las rutas migratorias hasta la frontera con Estados Unidos, o hasta nuestro propio continente desde África, Trump y los nuevos dueños del mundo...

Lo vemos a diario desde nuestras teles o enganchados al móvil, puede que con algún escalofrío momentáneo, incluso con la sensación de que todo se puede ir a la mierda en cualquier momento, otra vez, para que sigan ganando los mismos, otra vez. Pero siempre aliviados por la distancia geográfica, como si hiciera de coraza para sentirnos protegidos, porque esto es España y vivimos en el que, más o menos, tiene pinta de ser uno de los mejores países del mundo, no te digo ya Andalucía, Sevilla, Málaga, Cádiz: el que pueda que empate. ¿Que no? Sujétame el cubata.

En esas estamos mientras Gobierno y oposición nos conducen hacia otro callejón sin salida como consecuencia del frustrado “decreto ómnibus”. El Gobierno aprovecha para culpar al PP de tumbar la subida de las pensiones, la renovación del bono al transporte público y las ayudas para Valencia, y el PP culpa al Gobierno de meterlo todo en un mismo saco para colarnos concesiones innecesarias a sus socios en vez de someter a votación cada punto.

La explicación es más sencilla: el Gobierno no perdió la votación por culpa del PP, sino porque se quedó sin la mayoría parlamentaria que le brindaba Junts, que también votó en contra; y el Gobierno aprovechó la derrota para que los perjudicados se sientan abandonados por el PP, que tiene más razón que el gobierno, pero la partida perdida ante los que se quedan sin subida de la pensión y sin trenes gratis.

Pero hay otra explicación más sencilla aún: la postura de uno y otro no obedece a la defensa de los intereses generales, sino particulares. Sus argumentos no defienden una causa, sino su propia necesidad de seguir o alcanzar el poder, que es lo que uno y otro parecen entender por sentido de estado, y eso, por desgracia, no lo va a remediar ni un buen sermón.

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