Según dicen, la saeta, era un canto religioso,
de sentencia, penitencia, fervor, devoción y gozo.
La cantaron misioneros en los conventos cristianos,
para reclinar a los fieles y alejarlos del pecado.
Bajó de los monasterios hasta llegar a Andalucía.
Cambió su rima, su canto y se llenó de armonía;
aquí se le dio “quejío”, profundidad y pasión,
y flamencos y gitanos le pusieron corazón.
Se les llamó cuarteleras; las viejas samaritanas,
de las tierras cordobesas y la escuela sevillana.
Llegaron a nuestro pueblo de Cádiz, Jerez, los Puertos…
Estilos tradicionales propios de nuestros maestros.
Su ritmo se fue adaptando acorde a su sentimiento,
para ser reina en las calles y señora en los conciertos.
La acuñaron a su estilo, le marcaron el compás,
le moldearon la rima... Le imprimieron libertad.
Crisoles, rayos de luna, fragua y sol de Andalucía,
Hicieron de la saeta la más bella orfebrería.
Y a fuego, yunque y martillo cultivaron su templanza;
le imprimieron voz de oro, voz de bronce, voz de plata.
Una liturgia hecha canto, una plegaria hecha copla,
deshojándose en un llanto como pétalos de rosa.
Rajando la “madrugá” en una esquina cualquiera
enmudece hasta el silencio el clamor de una saeta.
Es la fe cofradiera darramándose en las calles:
¡Hasta la luna se asoma para escuchar sus pesares!
¡Cuarteleras, seguirilla, martinete o soleares!
Un pentagrama del pueblo, un mosaico de cantares.
Es la intimidad del alma, las voces de los secretos,
que en plegarias callejeras se las va llevando el viento.
Y en las noches del incienso, de reproches, de plegarias,
de miradas, de silencio, de recuerdo y de notargia…
Las sombras de madrugadas con los cirios cobran vida,
y rescata de los tiempos imágenes tan queridas.
¡Ya canta Manuel Melero, Pirulito, Cabogata!
Desde el balcón del “Sufragio”, o del Bar de “Ana la Sáncha”
Desde mi altura de niño al cielo me iba elevando,
con aquellas “levantá” que les imprimían a los pasos.
¡Y yo allí…, quieto, pensando! Entonces no lo entendía,
aquel respeto profundo, cuando su canto se oía.
Y después de tantos años, profundo sigo pensando
¿Por qué siento igual respeto al escuchar ese canto?
¿Qué es lo que tienes, saeta? ¿Quién inventó tu quejío?
¿No serás un canto del cielo y nos tienes confundío?
Calla murmullos, trompetas y redoblar de tambores,
cuando apuñalas la noche bajando de los balcones.
Es tu sentir de calvario, madrugada de silencio
por el mejor de los hombres. Por Cristo Orando en el Huerto.
M.Varo. Pregón al costalero 1996