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Cuando los gusanos resuelven un asesinato

¿Se trata de un homicidio, es decir que una persona ha privado de la vida a otra por acción u omisión, o de una manera dolosa, imprudente o incluso accidental? ¿O es un caso de asesinato, en que alguien ha matado a otro individuo con alevosía, premeditación y ensañamiento, deliberada e intencionadamente, o movido por […]

¿Se trata de un homicidio, es decir que una persona ha privado de la vida a otra por acción u omisión, o de una manera dolosa, imprudente o incluso accidental? ¿O es un caso de asesinato, en que alguien ha matado a otro individuo con alevosía, premeditación y ensañamiento, deliberada e intencionadamente, o movido por una intencionalidad económica?

Esta es una de las cuestiones que deben desvelar los investigadores cuando aparece el cadáver de un ser humano que presumiblemente ha muerto a causa de lo que ha hecho o dejado de hacer otra persona.

Una variedad de pequeños seres de aspecto desagradable, que suelen encontrarse en la escena del crimen puede ser muy útiles para dilucidar tanto la anterior cuestión como muchos otros aspectos relacionados con un delito cometido contra la vida de una persona, según una investigación de la Universidad Ruhr de Bochum (RUB), en Alemania.

Primero vienen las moscas azules. Pocas horas después de la muerte de una persona, se dirigen a los ojos, la nariz, la boca y las heridas de su cuerpo sin vida. Allí ponen sus huevos, explican desde esa universidad (https://www.ruhr-uni-bochum.de/en) .

Apenas unos días más tarde, ese cadáver está lleno de un tipo diferente de vida, ya que innumerables gusanos nacen y se alimentan del tejido muerto hasta que finalmente se convierten en nuevas moscas, añaden.

Según este centro universitario alemán, con el transcurso del tiempo otras especies de moscas se unen a las moscas azules, y finalmente varios escarabajos entran al cuerpo del fallecido, arrastrándose.

EN LA ESCENA DEL CRIMEN.
El doctor Ersin Karapazarlioglu, que realiza investigaciones en la Facultad de Biología y Biotecnología de la RUB, formando parte del grupo de trabajo del profesor Wolfgang Kirchner, conoce muy bien todas estas cuestiones. Antes de llegar a Alemania en 2020, trabajó durante 17 años en Turquía como investigador criminal y profesor en la academia de Policía y en una universidad de ese país.Señala que “en la escena del crimen, siempre estaba atento a los insectos”, ya que con su ayuda, se puede determinar la hora de la muerte con mayor precisión que con otros métodos.

Este sistema de investigación criminológica, que se estableció por primera vez en los Estados Unidos y todavía está en sus inicios en Europa, se denomina entomología forense.

Pero el conocimiento de los estadounidenses no se puede transferir automáticamente a Europa, porque hay diferentes especies de insectos en diferentes regiones geográficas y su desarrollo se ve afectado por muchos factores ambientales, según explica el doctor Karapazarlioglu, quien pretende sentar las bases de este método en el Viejo Continente, a través de la RUB.

INSECTOS COMO TESTIGOS.

Según Karapazarlioglu, “existen dos métodos para determinar la hora de la muerte utilizando la entomología forense: o miras la edad de los gusanos que encuentras en un cuerpo, o bien miras los diferentes tipos de insectos que hay en la escena del crimen”.

Estos dos métodos proporcionan información en diferentes escalas de tiempo. “La edad del gusano revela el momento de la muerte con un margen de entre unos días y unas pocas semanas después de la muerte”, señala.

Por su parte, el estudio de la composición de la población de insectos presentes en el cadáver puede aportar información sobre el posible momento de la muerte al ser estudiada meses después de dicho deceso”, según este especialista.

Uno de los principios básicos en estos métodos es que “ciertas especies de moscas ponen sus huevos en el tejido de un cadáver una o dos horas después de la muerte de esa persona. Unos días más tarde, los gusanos eclosionan y aumentan de tamaño con cada día que pasa”, según Karapazarlioglu.“Si se encuentra un gusano en una determinada etapa de desarrollo en la escena del crimen, de ello se puede deducir cuántos días de crecimiento tiene y, en consecuencia, cuándo pusieron sus huevos las moscas, lo que también corresponde aproximadamente al momento de la muerte”, apunta. Este método funciona durante aproximadamente un mes. A partir de ese momento, los gusanos ya se habrán convertido en moscas y habrá que utilizar otro método, de acuerdo a este experto.Durante este lapso se vuelven útiles las especies que no llegan a la escena del crimen tan rápido como las moscas, como por ejemplo varios escarabajos que solo aparecen en una etapa posterior de la descomposición del cadáver, según Karapazarlioglu.En definitiva, la presencia de ciertas especies en la escena del crimen ayuda a los investigadores a estimar hace cuántas semanas o meses ocurrió la muerte, señala este investigador.

LOS FACTORES AMBIENTALES.

“Sin embargo, los factores ambientales tienen un gran impacto en ambos métodos. La temperatura, por ejemplo, afecta la velocidad del ciclo de desarrollo de cada especie, señala Karapazarlioglu. La composición del suelo y la humedad también juegan un papel en la entomología forense, ya que en el campo proliferan otras especies de insectos distintas de las que habitan en las ciudades, por lo que los investigadores criminalistas tienen que tener en cuenta muchos factores, asegura.El doctor Karapazarlioglu está investigando qué especies de insectos en Alemania están involucradas en el proceso de descomposición a lo largo de las estaciones del año, y si la profundidad a la que se entierra un cuerpo en el suelo puede marcar una diferencia en la relación entre los insectos y la descomposición del cadáver.“Después de un asesinato, los cuerpos a menudo son enterrados para ocultar las huellas del crimen, pero no muy profundamente. El proceso de descomposición puede ser diferente dependiendo de la profundidad a la que está enterrado el cadáver, pero este factor apenas ha sido investigado hasta ahora”, reconoce.

Para poder estudiar los efectos del enterramiento, Karapazarlioglu ha construido una tumba especial de observación, que está cerrada por un lado con un panel de plexiglás, lo que permite al investigador observar su interior.Además, ha colocado dispositivos en ocho lugares para tomar muestras del suelo y de los organismos vivos que contiene. Explica que en esta tumba especial de observación está enterrada desde hace varios meses una oveja, obtenida en una carnicería. Las ovejas y los cerdos se utilizan como organismos modelo, en entomología forense, ya que tienen un peso corporal comparable al de los seres humanos y además sus procesos de descomposición son muy similares, puntualiza.Explica que antes de ser enterradas, las ovejas son afeitadas para que la textura de la piel sea similar a la de los humanos.

UNA TUMBA EXPERIMENTAL.
“El objetivo de la tumba de observación es tener acceso al animal sin perturbar su descomposición”, explica Karapazarlioglu, que utiliza como elemento de comparación, el cadáver de una segunda oveja, la cual queda expuesta a la descomposición y a la infestación de insectos, al nivel de la superficie del terreno.

Cada uno o dos días, Karapazarlioglu toma muestras de ambos cadáveres y compara sus respectivas poblaciones de insectos, teniendo que identificar los diminutos animales bajo el microscopio, porque las diferentes especies a menudo solo pueden distinguirse por detalles minúsculos, según la RUB.

“Los primeros resultados de esta investigación muestran que enterrar el cuerpo afecta el proceso de descomposición y la colonización de insectos, y que el cadáver enterrado es colonizado por diferentes especies de insectos, de los que coloniza en un cadáver en descomposición expuesto a nivel de la superficie del terreno”, concluye el investigador.
Karapazarlioglu ha descubierto que hay muchos más insectos colonizadores en la superficie que en la profundidad del suelo, y que la descomposición es mucho más rápida en la superficie, comenzando a los diez días, mientras que en la profundidad del suelo tiene lugar después de los 180 días.

Además, al analizar el estado del cadáver de la oveja a lo largo de los meses del año, este investigador ha comprobado que numerosos insectos proliferan en la tumba de observación en verano, debido a las temperaturas más cálidas, mientras que su actividad disminuye significativamente en invierno.

“Esperamos que estos experimentos proporcionen datos valiosos para las investigaciones de homicidios”, destaca Karapazarlioglu.
Pablo Gutman
EFE Reportajes

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