«Niños repelentes», ni más ni menos, ese es el mensaje escrito a mano que leyó un matrimonio de Logroño tras merendar en una cafetería de la ciudad.
Todos hemos sufrido a los hijos de otros en algún local de hostelería y podríamos contar pésimas experiencias, así que los profesionales del negocio deben estar más que hartos. Aún así, desconocemos el comportamiento de los niños a los que se dedicó el desafortunado comentario en la factura.
La merienda familiar terminó en queja formal ante Consumo por parte de la pareja, que no quiso pasar por alto el insulto a sus dos hijos de nueve años. «Son cosas entre nosotras», se limitaron a decir las camareras al darse cuenta de su metedura de pata.
Por su parte, el encargado habló de «malentendido» y «bromas del personal», explicando que el supuesto insulto no era tal y ni siquiera iba dirigido a los clientes, sino al joven camarero encargado de cobrar a aquella mesa. Pero la familia, enfadada, no se creyó esta versión y presentó la queja.
