Desde la Bahía

España lo necesita

No hay nada más bonito que los propósitos. Renovarlos es sabia condición, pero no es una fachada de cal a la que se le da una nueva capa de blancura (...)

Publicado: 29/12/2024 ·
14:12
· Actualizado: 29/12/2024 · 14:12
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Es contradictorio concederles al treinta y uno de diciembre el calificativo de “noche vieja”. No es “noche” porque la madrugada, que es el sumun del anochecer, supera las doce de la noche y a partir de esa hora el año que termina, con tristeza, cede “el testigo” al nuevo año. Diríamos que el año que se consume como “cenicienta cronológica” después de las doce de la noche pierde su carroza, su vestido, su presencia y pasa a ser olvido o recuerdo. La noche no es “vieja”, es la última, pero ser el último no quiere decir que seas el más viejo, porque si fuera así, con la cantidad de veces que ocupamos últimos puestos en las clasificaciones de dentro o fuera de nuestras fronteras, seríamos un país de ancianos.

No me gustan los “adivinos” ni los políticos optimistas. Los primeros precisan de “algún tonto de ocasión” que avive sus patrañas y sus fraudulentas alucinaciones. Los segundos, precisan de aquellos “ciegos de visión" que creen que con el bastón que le proporciona el "ideal político" podrán caminar seguro, pero ignoran que con él jamás llegarán a ver el claro horizonte. Ambos se empecinan cuando va a comenzar el año en pintarnos de rosa "la fachada de la vida" sin tener en cuenta el musgo que hay acumulado en sus paredes. No somos imbéciles y no admitimos los eufemismos discapacitados actuales.

No queremos descubrir desde sus comienzos lo que ocurrirá en el nuevo año, ni qué programa va a cumplirse – anunciarlo si admite todo tipo de apareamiento - porque los descubrimientos siempre tienen una víctima. Nuestras neuronas vivían felizmente cuando el secreto de sus conexiones era todo un misterio. Nuestro Premio Nobel - Ramón y Cajal - nos mostró toda su intimidad y ahora cada vez son menos los recovecos oscuros que se desconocen de sus funciones en esta vida. No es bueno el querer adentrarse tan profundamente en el territorio de los demás, porque fijaros, si estas neuronas un día decidieran pararse, anular su función para mostrar su enfado, qué sería de nuestro pensamiento y demás facultades intelectuales, se perderían. Aunque esto tiene su lado bueno, ya que así al no tener que pensar, los seres humanos embestiríamos sin prejuicios, que es lo que más nos apasiona. Ya tenemos bastante con 17 sistemas educativos diferentes, 17 EBAUS, 17 historias de España a cuál más manipuladas y todas ellas con la ingrata finalidad de denigrarla más que ensalzarla. Nuestro destino, como nuestra convivencia, es más "un roto" que un descocido que pudiera fácilmente una proposición en este año nuevo, repararlo.

El año nuevo ya se nos ha dado. Ahora hay que hacerlo. Para ello lo primero con lo que hay que contar es con lo que llevamos cada uno de nosotros en nuestras alforjas y sobre todo a quien - o quiénes - le vamos a entregar la posada en la que tenemos que pernoctar, vivir y comer, para luego no tener que lamentarnos cuando el posadero considere que las ganancias son solamente suyas. De la buena voluntad, de la que no se duda, pero tampoco se confía, hay que esperar siempre que su lado más lóbrego esconda la pieza imantada que atrae de modo inequívoco a la moneda.

No hay nada más bonito que los propósitos. Renovarlos es sabia condición, pero no es una fachada de cal a la que se le da una nueva capa de blancura, sino que es preciso previamente descostrarla de todas las imperfecciones previas para que al alba a la pintura no le aparezca prontamente el moho indicador de la pereza de nuestros actos. El esfuerzo no puede faltar en todo tipo de renovación y mucho menos la experiencia, el estudio y una voluntad más sólida que los antiguos cerrojos de nuestras catedrales.

Hubo un día, un momento, en que al fruto de la vid no se le veía una salida comercial y el excedente de una gran cosecha podría malograrse. Un artículo en el diario “El Imparcial” de aquella época “Las uvas bienhechoras”, la influencia francesa y el buen hacer de los viticultores alicantinos popularizaron la toma de uvas con las doce campanadas que separan un año del siguiente. Lo que en principio fue una “magia” signos de buena suerte y prosperidad y señal de alejamiento de brujas y del mal en general, lo hemos transformado en una tradición cultural. Así lo hemos conservado desde aquel 1895 en que el presidente del Consejo de Ministros despidió el año con uvas y champán.

Los últimos días del año tienen aroma de realeza. Del discurso del monarca se comentan frases como “fuera del respeto a la Constitución no hay una España en paz y libertad” y el presente nos está mostrando que día a día se menosprecia su articulado. También ha dicho que "fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencias posibles. No hay libertades, sino imposición" siendo esto último algo que ya parece formar parte del diario pensar y actuar de los poderes públicos. El país comienza a tener la impresión de que el miedo se está arraigando y enseñando cada día más sus flagelos. Son los capítulos oscuros y presuntamente corruptos que han ensombrecido el año que termina sobre todo en su final y que nos tiene sumido en una discordia insultante que nos impide ver el interruptor que de luz a la serenidad y grata convivencia, que es lo primordial que ha de pedirse al nuevo año, pero siempre con la convicción absoluta de que si bien el año puede traer suerte, pero esta solo se da si convergen oportunidad y preparación.  Nos hemos acostumbrados, sin embargo, al “y tú más” y hay que abandonarlo para no tener que ante la “noche vieja” del 2025, repetir este artículo, quizás corregido y aumentado. España lo necesita.

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