Desde mi azotea

Los bulos (o la mierda engañosa)

Que se descubra a los sinvergüenzas que acusan sin pruebas y que se esconden bajo siglas de sindicatos o partidos extremistas, sean de derecha o de izquierdas

Publicado: 08/12/2024 ·
14:46
· Actualizado: 08/12/2024 · 14:46
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Etimológicamente, la palabra bulo, según la RAE, es una noticia falsa propagada con algún fin determinado. La RAE la define también como una mentira, engaño, embuste, patraña, habladuría, camelo, infundio, bola, trola, cuento, paparrucha, chisme, rumor, voz, hablilla, filfa, etc. Pero para que todo el mundo lo entienda, lo voy a definir de otra manera más populi: un bulo es una mentira como una catedral, que es lo que decimos cuando alguien nos está metiendo un rollo. Además, ¿recuerdan aquellas frases que algunos rotulan en muros y paredes y que son mentiras evidentes?, y se le escribía al lado eso de tonto el que lo lea. Y es que antes la gente era más lista que ahora, más difícil de engañar, quizás porque veníamos de épocas ciegas y de muchos sinvergüenzas sueltos. Hay algo evidente. Y es que de los bulos publicados mucha gente solo lee el titular y, si es de su agrado, no se entretiene en comprobar si la noticia es o no verdadera. De ahí el éxito de su divulgación.

Yo digo que los bulos, como las mentiras, tienen las patas muy cortas. Hoy casi todo se traslada a la política y hay verdaderos profesionales, expertos en sacar bulos tan perfectos que son difíciles de detectar. Lo hacen para desprestigiar a determinadas personas, para crear dudas sobre su personalidad, para subir o hundir empresas y entidades, para crear un problema social o económico y para otras muchas cuestiones. Son verdaderos expertos, sinvergüenzas que campan a sus anchas y además bien pagados. Pero los bulos más peligrosos y que dejan una huella muy larga son aquellos que su único fin es destruir un gobierno, un estado, un presidente (sea nacional, autonómico o local). Y saben los sinvergüenzas que mientras sí o mientras no, van a calar en los votantes.

Veamos una noticia con indicios de bulo y mierda. El hermano de Pedro Sánchez ha sido imputado por varios delitos porque ha salido en varios medios de la derecha. Según se denuncia, en los últimos meses, este músico con muchos años de estudios en el extranjero y con un puesto de trabajo en la Diputación de Badajoz, dicen que cuenta con un patrimonio millonario que no tiene explicación en una persona con ese empleo. Ahora resulta que el informe de la UCO descarta que tenga esa fortuna, empezando por los 1,4 millones en acciones del BBVA. Todo mentira. La denuncia partía de medios como The Objetive, Voz Pópuli y El Debate, y replicaba encantado el PP. La sorpresa se reduce al saber que esa denuncia la inicia grupo ultra Manos Limpias, el mismo modus operandi del caso Begoña Gómez. Recortes de prensa de Manos Limpias junto a otros despachos fabricantes de querellas y la búsqueda de un juzgado que decida que hay que investigar sin pruebas.

La cabeza que se persigue no es la de esta persona, sino la de su hermano Pedro Sánchez. Lo que tendría que hacer el juzgado en este caso y en otros similares, es comprobar los hechos y si ve que las pruebas aportadas no tienen sustento legal, debería, con carácter previo a cualquier pronunciamiento, conceder audiencia a las partes y exigir responsabilidades a los denunciantes por denuncia sin pruebas. Y si es lo contrario, abrir procedimiento.

El artículo 11.1 Ley Orgánica del Poder Judicial establece, en términos imperativos, que las pruebas obtenidas con violación de derechos fundamentales no surtirán efecto, y nada dice respecto a si es necesario o no que alguna de las partes alegue la infracción de derechos constitucionales. Este silencio legal plantea el problema de si el control de la ilicitud probatoria puede realizarse de oficio por el propio juez o tribunal o, por el contrario, debe necesariamente plantearse a instancia de parte. Yo entiendo que ese derecho debe recaer en la persona agraviada si los hechos son una mentira como una catedral que no se sustenta y que además afecta al honor y a la intimidad e imagen del personaje, a su propia vida y a su familia.

También es imprescindible la existencia de mecanismos procesales que traten de impedir la incorporación al proceso de aquellas pruebas obtenidas ilícitamente, evitando de esta forma los efectos perturbadores que ocasionaría su admisión y práctica. Ello evitaría la apertura del procedimiento y del conocimiento de la instrucción por las partes interesadas que les darían la oportuna publicidad fangosa y destructiva por los buladores. Claro que, en esa ocasión, de cerrarse o archivarse el procedimiento, no debe terminar ahí. Debe iniciarse uno nuevo contra los sujetos o entidades que han difamado y exigirles responsabilidades. Esa es quizás la pata que falta en muchas ocasiones en los tribunales, cuyo proceso suele ser muy lento alimentando la especulación. Que se descubra a los sinvergüenzas que acusan sin pruebas y que se esconden bajo siglas de sindicatos o partidos extremistas, sean de derecha o de izquierdas, es fundamental para evitar los bulos y acabar con la mierda.

Y que se les exija una fianza lo bastante sustanciosa para presentar la querella o denuncia. Y si no ha llegado a nada y la pierden, sufran una sentencia condenatoria, de esas de pisar las cárceles tan modernas que tenernos en España. Y a los políticos en general, que se dejen de tanta mierda y que trabajen para el pueblo. No se puede querer llegar al poder con mentiras constantes, sin asumir responsabilidades. Es de vergüenza. ¿Qué tiempo hace que la derecha del PP y VOX no hablan de los problemas de España? ¿De los que nos importa a todos? Pues yo ya no lo recuerdo. Están metidos en la mierda y se van a manchar de ella tarde o temprano.

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