Impuesto al paro

Publicado: 25/06/2014
Si usted está intranquilo porque las cosas en su trabajo no andan todo lo bien que debieran; porque ve cómo los recortes han alcanzado su paga extra o han mermado sensiblemente su nómina...
Si usted está intranquilo porque las cosas en su trabajo no andan todo lo bien que debieran; porque ve cómo los recortes han alcanzado su paga extra o han mermado sensiblemente su nómina; porque ha visto a compañeros de años de curro hacer el paseíllo camino de la puerta con más pena que gloria; si usted es uno de esos tantos, ahora se le viene algo más encima: el maestro Montoro le va a aplicar en esa posible indemnización que su empresa le tiene que dar si un día le dicen que su puesto de trabajo ya está de más, un par de banderillas negras en forma de retención, para que usted se vaya a casa (o a la calle) con unos pocos recursos menos y algo más de sangre en su costado.

Esta es una de las novedades que nos trae esta reforma fiscal anunciada a golpe de clarines el pasado viernes, donde nos desvelaron los parabienes de la misma y donde el lunes nos enseñaron la parte más oscura. Toro manso, toro peligroso. El gobierno hinca su estoque también en ese pellizquito en el que usted confía si su trabajo de años se va a tomar viento. Estocada en todo lo alto, sin necesidad de descabello.

Nos lo venden como una medida para evitar despidos pactados trabajador-empresa. Y esto se me antoja que no es más que legislar para unos pocos, no para todo el respetable. Al igual que ha pasado en otras ocasiones, Montoro mira con esta impopular medida sólo a una minoría y por supuesto a la casta empresarial de este país. Pagan, una vez más, justos por pecadores.

No nos engañemos: no existe ni una sola reforma fiscal que beneficie a todos los contribuyentes. Siempre hay quien sale perjudicado y no por daños colaterales. Grupos que pierden cuotas ya sean económicas o de poder en detrimento de aquellos que las ganan o del propio Estado. Que estos grupos sean los que más tienen o más tributan me parece hasta lógico, pero que este rejón de castigo sea sobre quienes han perdido su empleo no me parece lo más adecuado. Y mucho más cuando llueve sobre mojado: aquellos que se vean afectados por esta medida del ministro Montoro son -seguro- los que han sufrido más el sacrificio al que este gobierno nos ha sometido desde los últimos tiempos, con la crisis económica como justificación a sus faenas de aliño.

Al presidente se le llena la boca al hablar en público en Europa del sacrificio que venimos haciendo los españoles. La coherencia la han devuelto al corral. No castiguen algo tan terrible como la pérdida de un empleo. Déjennos alguna dignidad al morir. Al menos con las dos orejas y el rabo.

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